Steinbeck en español

5 enero, 2016 — 7 comentarios

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Estoy terminando la lectura de The grapes of wrath, de John Steinbeck y he sentido una vez más la impelente curiosidad (¡cuánto le gustaba lo de «impelente» a Lezama Lima!) de ver cómo se ha traducido esta novela. Por lo pronto cabe consignar que en nuestra lengua tiene más de un título: Las uvas de la ira principalmente, pero también Las viñas de la ira, en Venezuela, e incluso, creo, Viñas de ira en Argentina, aunque no sé si este último es sólo para la película, de John Ford, y no para el libro.

La única versión que he encontrado en las librerías de mi ciudad es la que publicó Alianza (no una editorial menor, precisamente), a cargo de María Coy Girón, de quien no creo haber leído otras traducciones con anterioridad.

Nada más empezar a ojearla (o a hojearla, lo que prefieran), me asaltaron la incredulidad, el pasmo y la decepción, creo que por ese orden, al ver que el principal y más característico rasgo estilístico y de lenguaje de la novela ha sido eliminado por completo; arrancado de raíz, sin contemplaciones ni piedad. Me refiero al habla regional de los personajes, al dialecto de la Oklahoma rural, tierra de los protagonistas.

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Los Joad

Lo que en la novela es un lenguaje chisporroteante y colorido, hecho de incesantes expresiones y sonidos peculiares, y plagado de sabrosos solecismos e «incorrecciones», se convierte, en esta traducción, en un habla insulsa y anodina. En español, ante la estupefacción de quien conoce el original, los personajes de Steinbeck no hablan como incultos campesinos de una región atrasada y deprimida, sino como profesionales de ciudad, probablemente con estudios universitarios.  Así, cuando Tom Joad (no el peor hablado, ni mucho menos) dice:

 

Oh, awright. You eat regular, an’ get clean clothes, and there’s places to take a bath. It’s pretty nice some ways. Makes it hard not havin’ no women.

En la traducción leemos:

No está mal. Te dan la comida, ropa limpia y hay donde bañarse. Está muy bien en algún sentido. Se hace duro no tener mujeres.

Ni rastro del esfuerzo del autor para aproximar la escritura a la fonética característica del personaje ni a su trabajosa gramática, con concordancias fallidas y esa característicamente vulgar doble negación not havin´no women. ¡Nada! Un habla aséptica, de oficinista o de jefe de negociado con aspiraciones.

¡¿«En algún sentido»?! ¿Así se expresaban los campesinos de Oklahoma de los años treinta del siglo XX? Poco le ha faltado a este mutante Tom Joad para sermonearnos sobre «las condiciones objetivas» de la cárcel o las «adversas circunstancias» que lo llevaron a su encarcelamiento.

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John Steinbeck

En lo que hace a los registros lingüísticos, a las voces de la novela, toda la traducción que nos asesta Alianza es así: puro despropósito. No consigo entender qué razones han llevado a la traductora a adoptar semejante estrategia, la de «limpiar» el texto original de esta manera tan brutal. Asepsia criminal. Poco importa si fue decisión suya (aceptada por la editorial) o imposición de esta última —tal vez para no espantar a lectores perezosillos—, pero acatada por la traductora. Que cada palo aguante su vela. En cualquiera de los casos, se violenta al autor y se le hurta al lector una parte esencial de la obra.

¡Quien lea esta traducción no lee a Steinbeck!

Decir esto es lo más grave que puede decirse de una traducción literaria, y lo digo.

Como no dudo del alto conocimiento del inglés de María Coy, tengo que colegir que se trata de una elección consciente y provocada, no por su incapacidad de inventarse unos registros lingüísticos en español que transmitieran al lector el color steinbeckiano, sino por otras razones, de naturaleza editorial, comercial o lo que sea.

Deploro tal decisión, desleal con Steinbeck y con sus lectores.

Desde luego, la traducción que imagino y propongo, respetuosa con los vulgarismos, solecismos, dialectos e idiolectos de la novela, no sería nada fácil, y el traductor  que decidiera acometerla se enfrentaría a unas cuantas decisiones peliagudas.

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Tormenta de arena en Oklahoma

Por lo pronto, ¿cómo respetar la masiva presencia de un dialecto regional concreto, el de Oklahoma, con todas esas marcas añadidas del mundo rural y de la escasa o nula educación de los personajes? Se podría, por ejemplo, elegir un dialecto regional del mundo hispánico, ¿pero cuál? ¿El cacereño? ¿El de los campesinos del Chaco paraguayo? ¿El de los llaneros venezolanos? ¿Y por qué uno y no otro? Una decisión así está abocada a encontrar la animadversión de lectores de otras regiones hispanófonas y, lo que es peor, a alejar al lector del escenario (el cronotopo, pongámonos estupendos) de la novela de Steinbeck.

 

Una segunda estrategia, arriesgada y al alcance de pocos —¡pero qué aventurera!—, sería la de inventarse un dialecto español que recogiese peculiaridades identificables enseguida por el lector como:

(i) algo antiguas,

(ii) rurales e incultas, y

(iii) no reconocibles como comunes a todo el ámbito del español, pero sin ser tampoco adscribibles a una región en concreto.

Hay otra posibilidad, una via di mezzo, tal vez la más sensata: utilizar una serie de marcas del habla vulgar y rural que estén bastante extendidas por el ámbito hispanófono (no señaladamente características de una región concreta) para trasladarle al lector el color del texto de Steinbeck o, al menos, parte de él.

Habría que partir, me imagino, del texto en inglés, y elaborar un catálogo de sus peculiaridades fonéticas y gramaticales más características, lo cual es relativamente sencillo de hacer, pues de hecho se trasluce en la novela un plan, un sistema para este asunto. Para dar una idea:

  • Elisión de la g final de los gerundios
  • Formación regular de pasados irregulares (knowed por knew) o siguiendo el modelo de conjugación equivocado (brang por brought), etc.
  • Confeccionar un tesauro de palabras deformadas muy características y repetidas (fambly por family, Gawd por God, figger por figure, somepin por something, tar’d por tired, etc.)
  • Y unas cuantas «reglas» más.

Probablemente, un semejante catálogo en nuestra lengua estaría hecho de na por nada, to por todo, de participios en –ao / -io, en lugar de –ado/-ido, asín por así, y de muchas otras cosas que habría que discurrir y contrastar bien. En cuanto a aspectos sintácticos, habría, supongo, los conocidos me se y te se, los delante mío y detrás tuyo, etc. Realizado este trabajo previo, que aquí sólo esbozo, la traducción procedería con relativa facilidad en lo que concierne a este espinoso tema.

Cualquiera de estas estrategias, y sin duda habrá más, podría ser legítima. La que no es admisible es, justamente, la escogida por Coy/Alianza.

La decisión de desinfectar el texto de Steinbeck de sus incorreciones y vulgaridades no tiene sólo consecuencias estilística; también puede alterar significados y hasta la personalidad de los protagonistas. Al final del capítulo 2, el bravo e indómito Tom Joad le dice a un tipo demasiado entrometido y curioso:

I ain’t a guy to let you down.

Acto seguido, Tom le cuenta por qué estuvo en la cárcel. La traductora nos lo corrompe así:

No soy quién para decepcionarle.

¡Ay dolor! Ese inoportuno no soy quién anula la personalidad fuerte de Tom Joad e induce al lector a pensar que se trata de alguien apocado, pusilánime, excesivamente modesto y de buenos modales (o bien, un falso), que empieza por disculpase ante el atrevimiento que está a punto de cometer, cuando en realidad es todo lo contrario: Tom está a punto de estallar ante la impertinente curiosidad del otro y se lo espeta a la cara, pero no con ese no soy quien sino con un

No soy hombre de dejar a nadie con las ganas.

que es como lo traduciría yo, es decir, «soy un tío que da la cara y no se oculta». Nada que ver el Tom del español de María Coy Girón con el Tom del inglés de Steinbeck. Tampoco es acertado ese decepcionarle (con el leísmo elegido por la traductora, al que tiene derecho): un cultismo impropio de alguien como Tom Joad.

Hay otros aspectos de la traducción que también me parecen desafortunados. Por ejemplo, en el capítulo 2 Steinbeck habla de un juerguista impenitente y borrachín  que escribía versitos jocosos, y se nos recita uno de ellos, que dice así:

An’ there we spied a nigger, with a trigger that was bigger than an elephant’s proboscis or the whanger of a whale.

La traductora nos abofetea con esto:

Y allí espiamos a un negro con un gatillo más grande que la probóscide de un elefante o la polla de una ballena.

¿Dónde está aquí la gracia? No la busquen: no la hay.

Dejando a un lado lo de traducir nigger por «negro» (cosa discutible, pues nigger adquirió muy pronto connotaciones ofensivas) lo característico de estas oraciones, lo que hay que preservar inexcusablemente —si no es posible preservarlo todo— es la rima y la métrica internas y no el significado literal de cada una de las palabras, que carece casi por completo de importancia en este caso, aunque sí deban mantenerse la alusión racial y las connotaciones sexuales y vulgares. En resumidas cuentas, antes que traducir de esa manera absolutamente desmayada, la traductora habría debido llegar a algo —improviso sobre la marcha— como esto:

Y allí vimos un negrazo con un potente rabazo, grande como la probóscide de un elefante elegante o el pollón de un gran león.

(Hay que mantener el tecnicismo de la probóscide porque viene bien para justificar la inmediata aparición de ese diccionario que el anónimo juglar llevaba siempre consigo, según quiere Steibeck).

No estoy proponiendo exactamente esto como la traducción del breve y jocoso pasaje citado (lo acabo de improvisar en un par de minutos y requeriría, sin duda, más trabajo para conseguir algo verdaderamente eficaz), sino como ilustración de por dónde deben ir los tiros al traducir algo así. Lo importante es el juego de rimas y escansión internas, no lo que cada palabra significa literalmente. No importa que no se nombre la ballena o que se meta de rondón lo de «elegante», que sirve para mantenernos en las inmediaciones de los heptasílabos, preservando una cierta rima.

En fin, querido lector, confieso que me he sentido muy identificado con el título, Las uvas de la ira, ojeando esta desdichada traducción.

Por cierto (para concluir y al hilo de lo anterior), no crean que el título de la novela es pura invención de Steinbeck. Lo de uvas de la ira viene de estirpe bíblica (Apocalipsis, 14: 19,20)

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filtrada luego por la letra del celebérrimo Himno de combate de la República. Si lo escuchan reconocerán fácilmente ese sintagma en el segundo verso:

Mine eyes have seen the glory of the coming of the Lord:
He is trampling out the vintage where the grapes of wrath are stored;

Tenía previsto contar más cosas de esta interesante novela: el episodio de la tortuga, comparándolo con la tortuga empedrada de joyas del Des Esseintes de Huysmans —¡qué dos mundos más opuestos!—; el asombroso e impresionante final en que la joven Rose of Sharon amamanta a un hambriento,… pero esta versión de Alianza Editorial me ha quitado las ganas. Será en otra ocasión.

Concluyo: hace falta otra traducción de The grapes of wrath, para que el lector hispano que no sepa inglés pueda leer a Steinbeck. En esta versión no puede hacerlo.

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John Steinbeck, con aspecto de William Holden

7 comentarios para Steinbeck en español

  1. 

    Me pareció muy interesante su comentario y lo pone a uno a pensar como lector, a la hora de elegir una obra traducida, y como escritora, a la hora de pensar cómo utilizar las palabras de un personaje para contribuir a su caracterización. Muchas gracias.

  2. 

    Dificil arte de la traducción, sin embargo, me encantaría leer la versión completa del sabihondo hipercrítico del comentarista, que dicho sea de paso, pone unos ejemplos horrorosos de cómo lo haría él!!! Bueno, a leer en los idiomas originales. Termino citando el final de un popular relato infantil(Me como dos):
    POBRE DE MI Y DEL OTRO!!!

  3. 

    Muy acertado, amigo.

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  1. Punto final « Lapsus calami – Blog de Sanz Irles - enero 28, 2017

    […] sobre Steinbeck aquí, aquí y […]

  2. “Las uvas de la ira”, de J. Steinbeck. (Resumen) « Lapsus calami – Blog de Sanz Irles - abril 25, 2016

    […] Steinbeck en español […]

  3. Middlemarch « Lapsus calami – Blog de Sanz Irles - marzo 27, 2016

    […] Y, efectivamente, lo es; pero hay estrategias para sortear la complicación y no estoy de acuerdo con que justifique renunciar a trasladar esos registros, queridos por la autora, y convertirlos en un español de total corrección gramatical y riqueza léxica (como se ve en el sorprendente “apéese”. ¿Ni siquiera un más normalito “bájese”?). He tratado este mismo asunto a cuenta de una malhadada traducción de Las uvas de la ira, en este blog. […]

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