Archivos para 30 November, 1999

roth everymanVuelvo a Roth tras casi un año, y veo que sigue siendo el hipocondríaco de siempre. Su fascinación por la enfermedad y el dolor, en cuya descripción gusta demorarse –tanto que hasta llegan a ser los cimientos de su narración–, sigue intacta.

Phoebe knew plenty about physical misery… Pues eso.

Este libro es una sombría descripción de la vida como un largo y penoso camino hacia la muerte (¿quién decía que la vida era el camino flanqueado por cipreses que va de la cuna al cementerio?) y un rosario de enfermedades y hospitalizaciones, pero el pesimismo de Roth tiene siempre algo de terrorífica verdad que te obliga a seguir leyendo. Y para que no haya dudas, la historia comienza con el funeral del protagonista, desde donde retrocedemos en su vida para volver después a avanzar hasta su muerte, o sea, hasta el final de la fiesta, donde, abandonado por sus falsos amigos, el hombre se queda solo.

Como además de la muerte, el sexo (en su variante más lasciva) también anda de por medio –cosa inevitable, tratándose de Roth–, la tentación de liarse a hablar de Eros y Tanatos está servida, así que me contendré y la dejaré pasar, porque, en verdad, el tema central y obsesivo de Everyman es la muerte; la muerte y lo que la precede, la prepara, la anuncia. Puro Roth el que escribe:

…la vejez no es una batalla, la vejez es una masacre.

Y por si todo eso no fuera lo bastante incómodo, más incomodidades: junto a la muerte, otro gran tema del libro es el de la responsabilidad individual, de nuestra vida, de nuestros actos, que no pueden ser endosados a otras instancias (ya sabéis: la culpa es de «la sociedad», o de «mi mamá, que no me quería lo bastante»), y al que le pique que se rasque.

Lo dicho, un libro para adictos (a Roth y a sus cosas), pero que no deja indiferente.