Archivos para Dostoievski

Artículo publicado en The Objective el jueves 4 de agosto de 2022. https://theobjective.com/cultura/2022-08-04/autores-terribles/

Guerra en Ucrania; carestía energética; crisis de alimentos en ciernes; incompetencia y mendacidad en Moncloa; China amenazadora; cataclima (sic). Son tiempos crepusculares. Tal vez propios para leer libros terribles.

                En consecuencia, les recomiendo leer libros terribles, sin demora. Desquíciense, desacomódense. Se lo deben.

Hace unos años, Hermida Editores sacó (o sacaron) Lágrimas y santos, de Cioran, pero ni me había enterado hasta hace nada. Soy cioraniano y no me había enterado. Ya ven. Me entero de pocas cosas, la verdad. Estar à la page me es ajeno. Yo sólo estoy al día del pago de mis deudas y del inventario de mis dudas. Nada más. Mi disculpa es que no soy un profesional de las novedades editoriales. Sólo soy un diletante despistado de la vida.

                Muchos fuimos cioranianos. Algunos, aun con nuestros reparos y nuestras salvaguardas cobardicas, lo seguimos siendo. Aguantamos el tipo.

                Creo que fue Cioran quien dijo, refiriéndose a Nietzsche, a Baudelaire y a Rimbaud, que sus libros perduran por su ferocidad. Podría haber añadido a Léon Bloy, a Dostoievski, a Céline o a Jünger. Hago la lista así, de carrerilla.

                Además de feroces, también podemos llamarlos terribles.

                Cioran es rumano, aunque casi toda su obra la escribió en francés. (Un francés insultantemente bello, por cierto).

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Publicado en Málaga Hoy el viernes 2 de marzo de 2018.

En Dostoyevski hay más que pathos y alma eslava.

2018_03_02_Los talentos desconocidos de Dostoyevski

Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:

 

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles 

LOS TALENTOS ESCONDIDOS DE DOSTOYEVSKI

La reciente relectura de El idiota me reveló con viveza esos otros inmensos talentos novelísticos de Dostoyevski que suelen quedar en la sombra. Sabemos de las simas anímicas de sus personajes, los avernos de sus destinos, las fosas abisales de sus tramas. Pero suelen despistársenos su sentido del humor, su querencia por el absurdo o su magistral manejo de un costumbrismo fino e irónico. En esta gama de colores, muchos pasajes de El idiota nos recuerdan —quién lo iba a decir— a La Regenta. Si en El idiota, Ivolguin; en La Regenta, Obdulia Fandiño; y si Nina Aleksándrovna, pues Petronila Riansares.

De todo esto hay abundancia en El idiota. En clave de humor, pero con gran finura psicológica, nos va presentando al protagonista a través de multitud de indecisiones:

—¿Según eso, son ustedes parientes?

—Casi no lo somos. Por lo demás, si se quiere, sí somos parientes, sólo que tan lejanos, que, en realidad, apenas si se nos puede considerar tales.

Poco antes, interpelado sobre el asunto que lo llevó a cierta casa, dice:

—¡Oh, casi no se trata de ningún asunto! Es decir, si usted quiere, sí, se trata de un asunto…

A su vez el príncipe Mischkin, el protagonista, contagia esas vacilaciones suyas a quienes lo tratan. Un mayordomo con el que departe unos minutos siente que:

…no obstante las simpatías que, sin duda, a su manera, sentía por el príncipe […] desde otro punto de vista le inspiraba también una resuelta y viva indignación.

Estas oscilaciones son eficaces para describir el mundo en el que sucede esta historia. La absurdidad también forma parte de ese mundo y la vemos cuando, nada más empezar, sale un funcionario de incomprensible servilismo. Cuando el tal Rogochin le suelta, despreciativo:

—Pero ¿quiere usted decirme qué le importara a él [al funcionario]? […] Porque yo no te he de dar una copeica, ni aunque andes de cabeza por mí.

El funcionario, responde, ante todos los presentes:

—Pues no des! ¡Eso quiero yo; no des! Pero yo bailo. A la mujer, a los hijines pequeños, dejaré; pero bailaré para ti. ¡Adula, adula!

Después Rogochin amenaza al funcionario con pegarle. ¿La reacción?

—¡Pega cuanto quieras, eso significa que no me desdeñas! ¿Pega! Pega, que así quedarás grabado en mi memoria…

Pero basta de funcionarios de la gleba. Mischkin es fascinante y turbador; dudamos de su simpleza, entre otras cosas porque siempre anda revestida de una sinceridad que nos interpela y nos fastidia. Mischkin es un claro antecedente del celebérrimo Mr. Chance, protagonista de Being there, de Jerzy Kosinski, que popularizó Peter Sellers en Bienvenido Mr. Chance.

No todo en Dostoyevski es psique y tragedia eslava. Es muy consciente de los artificios de la literatura y así, por un instante, se nos inviste de narratólogo para recordarnos que él habla por boca de un narrador:

Puede que no perjudiquemos mucho la ilación de nuestro relato si los suspendemos aquí…

Y después, genialmente, le boca abajo a un tópico, logrando milagrosamente que deje de serlo:

…al sonreír enseñaba unos dientes demasiado semejantes a perlas;

¡Qué maravilla de retórica antirretórica!

Tengo mi volumen de El idiota tan lleno de notas, que necesitaría docena y media de columnas para dar cuenta de ellas, pero el director de este periódico no gusta de columnatas ni peristilos. Los dejo con un hombre ladino que:

…recurrió a un medio muy astuto […] y hábilmente empezó a seducirla […] con distintas perspectivas ideales, pero personificadas: príncipes, húsares, secretarios de Embajadas, poetas, novelistas, hasta socialistas

Sí, ¡hasta ellos!

Hace ya tiempo publiqué este artículo en La Opinión de Málaga. Una fugaz conversación sobre Léon Bloy con un amigo me lo ha recordado y, aunque ya fuera de tiempo (no de contexto), lo recupero en el blog:

 

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Léon Bloy

Me gusta leer los diarios de los escritores de mi predilección. Es un viaje peliagudo a su universo íntimo y encrespado.
Inolvidables los de Léon Bloy, francés chauvinista, católico ultramontano, intolerante, cascarrabias, misántropo sin fisuras, efervescente, faltón, místico, ponzoñoso, irrepetible y combativo hasta la extenuación. Su lema lo retrata con fidelidad: «La tregua, ¡jamás!».
Estremecedor el anónimo Una mujer en Berlín, que narra los horrendos días de una alemana en una ciudad recién ocupada por los rusos (¿o se dice «rusos y rusas»?). Lo más terrible: la frialdad, casi aceptación fatal, con que la víctima narra tanta atrocidad sin aspavientos ni concesiones al melodrama.
Días malditos, de Iván Bunin, desolador, casi apocalíptico, mostrando el amedrentamiento y consiguiente derrumbe moral de una sociedad entera ante el totalitarismo bolchevique.
Los prolijos diarios de Tolstói: longevo, patriarcal, lujurioso, inmenso, soberbio, aristocrático, religioso, generoso pero misógino, tal vez enfermo de ética, perseguidor infatigable de la justicia y el perfeccionamiento personal, asceta y sobre todo escritor inconmensurable. Una contradicción viviente y torrencial. (Murió refugiado en la casa del jefe de estación de la aldea de Astapovo, después de haberse fugado de su casa, harto de su mujer, ¡a los 82 años!).
Y también los de Dostoievski (Diario de un escritor), los del magistral húngaro Sándor Márai, los del conmovedor Barbellion
El último diario, recién terminado, lo empecé hace algún tiempo en el Hotel Oriental de Bangkok. Es un lugar sensual e improbable para semejante lectura; la parte antigua del hotel, llamada «Ala de los escritores», rebosante de ecos coloniales, o la terraza junto al río Chao Phraya en un amanecer ocre con aroma de mangos maduros, en nada se acompasan con la atormentada peripecia creativa y vital del extraordinario escritor rumano Mihail Sebastian.

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Mihail Sebastian

Página tras página asistimos atónitos al rapidísimo crecimiento, en la Rumanía de mediados del siglo XX, del más insidioso antisemitismo, esa hidra voraz siempre presta, como el halcón en su alcándara, a lanzarse sobre cualquier sociedad en cualquier época y parte del mundo. Un antisemitismo que contagió a la élite intelectual del país: Mircea Eliade, Nae Ionescu y hasta el posteriormente enaltecido Cioran, que al menos tuvo la decencia de reconocer su error. Quien quiera saber cómo la sinrazón se propaga cual rabioso virus por toda una sociedad, tiene en estos diarios un observatorio de privilegio. Su lectura es primero ensordecedora, pero termina envolviéndote en un silencio aterrador y monstruoso.

 

Tras sumergirse en libros así se acaba aturdido y desasosegado.
Pero hay remedios, aunque no se busquen. A fin de cuentas siempre se regresa a casa de estos viajes, y nada más llegar la chirle realidad nacional lo arranca a uno de estos desgarrados estados de conciencia a base de coscorrones. Oír a Rajoy, por ejemplo, desgranando mediante silencios, elipsis y supuesta socarronería gallega su pensamiento político podría recordarnos la broma de Baroja sobre El pensamiento navarro, un periódico cuyo nombre era, según él, una contradicción de términos. O ver a la ministra Trinidad Jiménez en campaña, revoloteando de la ceca a la meca, ígnea melena, Hipatia de nuestros días, todo desparpajo, gorjeando risas y lugares comunes y desparramando progresismo desde su inextinguible sonrisa en ese revuelo que ha sido el psicodrama de Jiménez contra Gómez, del que ha salido nuevamente escaldada, mecachis con este Gómez, me recordaba, quién sabe por qué, los joviales versos de Rubén Darío:

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Rubén Darío

La marquesa Eulalia risas y desvíos / daba a un tiempo mismo para dos rivales: / el vizconde rubio de los desafíos / y el abate joven de los madrigales.

Y si no, la anécdota de hace unas semanas, harto reveladora de cómo tenemos el patio. Un señor del Partido Popular, cuyo nombre ni recuerdo, dice una ridícula bobada a cuenta del acento malagueño de Trini (seguimos con ella). La memez era de tal porte que ni siquiera merecía ser comentada, pero la tentación era muy fuerte para según quién, y saltó Bibiana Aído, embestidora fogosa, diciendo que lo que pasa es que algunos no soportan que el andaluz sea el acento de la solidaridad y la justicia, o algo así. Después se lamenta de que el Frankfurter Allgemeine la haya retratado con un vejatorio ¡Papá, que soy ministra!
Si soportar estas cosas es el precio a pagar por oxigenar la mente de tanta lectura tormentosa, tal vez sea demasiado alto.
Qué cansancio, verdaderamente. Qué fatiga infinita.

Se sintió muy aliviado cuando puso el punto final a «Crimen y castigo» y pudo, al fin, volver a sus labores de ganchillo.

 

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Lo importante es lo importante. (Nanorrelato)

Dos grandes rusos

9 marzo, 2014 — 2 comentarios

Atinadamente, observa Ernst Jünger en el tercer volumen de su autobiografía, Radiaciones (1965-1970), que los personajes de Dostoievski carecen de cualquier relación con la naturaleza.

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Tolstói

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Dostoievski

Dado que el mundo se divide en Dostoievskistas y Tolstoianos, podemos decir que ese es otro asunto que separa a ambos escritores, porque la naturaleza tiene un peso descomunal en Tólstoi y en sus personajes.

¿A quién quieres más, a papá o a mamá? ¿A León o a Fiódor?

Algún día escribiré algo sobre el asunto, que tiene mucha miga. Por ahora, aquí dejo el enlace a un relato breve que escribí sobre este tema. (La nota biográfica que precede al cuento ya no es correcta: mi primera novela ya se publicó y la segunda está terminada y parece que no tardará en publicarse).

http://www.malagahoy.es/article/ocio/1337740/los/partidarios.html