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Texto con texto

18 enero, 2018 — Deja un comentario

Publicado en Málaga Hoy el viernes 12 de enero de 2018.

2018_01_12_Texto con texto

Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles 

TEXTO CON TEXTO

Me gusta la poesía de William Carlos Williams. Hace medio año hablé en este faldón de un poema suyo, La carretilla roja, que traduje así:

muchas cosas dependen

de una

carretilla

roja

barnizada

por la lluvia

entre las gallinas

blancas.

Cuando leí el poema, hace años, y cuando escribí sobre él, hace meses, nada sabía de las circunstancias de su génesis. En literatura me interesa más el texto y menos el contexto. Hay obras, lo sé bien, que agradecen una lectura y una crítica histórica o marxista o psicoanalítica o feminista o poscolonial y que tales lecturas —si no están podridas de antemano por las bacterias de las consignas ideológicas— esclarecen y amplían significados. Pero, en general, ceñirme al texto me da mejores y más limpios resultados. Las otras lecturas suelen llevar a más turbación hermenéutica.

Hoy voy a desmentirme y a hablarles del contexto. He aquí la historia que me contaron hace unos días:

William Carlos Williams era pediatra, además de poeta. A diario recibía a sus menudos pacientes, y a los impedidos los visitaba en sus casas. Había ido varias veces a una apartada granja, donde una niña estaba en su cama, casi paralizada, y se debatía entre la vida y la muerte, sin que hubiese certeza de cuál iba a ser el desenlace. Llevaba semanas en ese estado crítico. En una de esas visitas, un día lluvioso, el Dr. Williams auscultó a la pequeña, arrodillado en el suelo junto a ella; después levantó la cabeza y vio, por la ventana, el escueto rectángulo de mundo que aquella niña enferma podía ver, mientras yacía a la espera de su destino: un murete, una carretilla y unos polluelos a su alrededor.

Lo que vio, y lo que vio más allá de lo que vio, nos lo dejó escrito en esos ocho versos. Mucho depende de una carretilla…

Bonita historia. Sin embargo no creo que saberla añada valor al poema. Los sentimientos de piedad y simpatía que genera la triste anécdota son verdaderos y amables, pero de índole extraliteraria. El poema, por sí solo, también genera emociones intensas —aunque no sepamos qué lo hizo nacer—, con la añadidura de que nos deja proyectarlas sobre cualquier persona, caso, experiencia o recuerdo; la circunstancia de la niña enferma es particular; la proyección del poema, universal, sin perder por ello ni un gramo de humanidad. Así que, tras pensarlo un poco, ratifico mi preferencia crítica: un buen texto casi siempre se basta a sí mismo.

No sé si aquella niña sobrevivió a su enfermedad.

Publicado en Málaga Hoy el viernes 22 de diciembre de 2017.

Lo que encendió un poema.

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TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

 

WILLIAM CARLOS WILLIAMS

Si leen el poema completo, verán enseguida que su centro, donde se producen las reacciones nucleares que generan los demás átomos del poema, son estos tres versos:

“Estoy solo, solo.
Nací para estar solo
y estoy mejor así”.

Llegan tras un preámbulo amable, doméstico y hasta jocoso, de una jocosidad limpia, pero que de pronto se sumerge hacia las profundidades abisales.

Es temprano; empieza el día. Así lo dicen el sol blanco, la neblina y los árboles que resplandecen; será el rocío, que brilla en sus ramas al rozarlas el sol, aún rasante. Las mujeres de la casa descansan. El poeta, ya despierto, va a vestirse ante el espejo.

Si cuando duerme mi mujer
y Kathleen y el bebé
duermen también y el sol es un blanco disco en llamas
en la neblina sedosa
sobre árboles refulgentes;

Imaginamos el silencio. Esos árboles que se ven por la ventana insinúan un lugar campestre o suburbial; el silencio que se nos comunica con la insistencia del verbo dormir —duerme, duermen— nos lleva a pensar que no siempre es así, que en la casa, como en todas las casas, habrá ruidos domésticos, familiares: el llanto de la criatura, el fragor de los cacharros de cocina, la radio que acompaña las mil y una labores. El poeta ama el silencio y lo añora.

 

 

Refugiado ante el sincero espejo, el poeta se detiene y piensa en su vida y en la de los suyos. Se ve desnudo y se imagina danzando burdamente. La amabilidad bucólica de los versos precedentes da paso a una deformación que, siendo de donde somos, podríamos llamar valleinclanesca; pero la crueldad no se apodera del poema, sino que cohabita —qué ejemplar equilibrio— con el ambiente bonancible que el poema evoca.

si entonces en mi cuarto norte, yo
bailara desnudo, grotescamente,
ante el espejo
agitando la camisa sobre la cabeza
cantándome a mí mismo quedamente

Ese cuarto norte, lleno de significados: es el refugio al que acudir para hacer las paces con la soledad que es nuestra vida, después de todo y de todos los despueses. Extrañamente, es un manicomio que nos permite salir del manicomio.

Pero el poeta no quiere traicionar el momento burlón que engendró el poema y tras el desgarro de aceptar la soledad, de la que no hay escape, vuelve a invitarnos a la sonrisa comprensiva:

Si admirara mis brazos, mi rostro,
mis hombros, flancos, nalgas
contra las bajadas persianas amarillas.

Un monigote. Lo vemos contorsionarse hasta el ridículo, desnudo, girar como un derviche enloquecido y ondear una camisa sobre su cabeza —¿tal vez a carcajada limpia?—. Luego le dará a su mujer el beso de los buenos días y saldrá a cumplir con sus obligaciones. Al recordar sus momentos mágicos de desenfreno, comprendemos los dos versos finales:

¿Quién podrá decir que no soy yo
el genio alegre de mi hogar?

Dejemos que el español nos ayude aquí, pues nuestro genio puede ser tanto el genius inglés —por ejemplo: Shakespeare era un genio— como genie —el espíritu que acude a la llamada de los hombres, como el de la lámpara de Aladino—. Ambos significados caben en el poema.

William Carlos Williams fue pediatra y poeta. Nació en Nueva Jersey, en 1883 y murió en 1963.

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