Publicado en Málaga Hoy el viernes 3 de febrero de 2017.
Cuando unas artes se ocupan de otras; cuando la literatura usa su materia prime, las palabras, para describir cuadros y esculturas; cuando aparece la «écfrasis».
Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:
TEXTO SENTIDO
Sanz Irles. Escritor
LA COYUNDA DE LAS ARTES
A la divina edad de catorce años, un profesor que se regocijaba con las palabras nos explicó la écfrasis: descripción literaria de una obra pictórica o escultórica. Para ilustrarla leyó en voz alta el pasaje de la Ilíada donde Homero describe el escudo de Aquiles. Fue una lectura parsimoniosa, salpicada de erudición pertinente y deteniéndose en cada detalle: una lección de cómo hay que leer.
Empieza Homero con materiales y herramientas:
El dios puso al fuego duro bronce, estaño, oro precioso y plata; colocó en el tajo el gran yunque y cogió con una mano el pesado martillo y con la otra las tenazas.
Después, el artefacto:
…un escudo grande y fuerte, de variada labor, con triple cenefa brillante y reluciente, provisto de una abrazadera de plata.
Y al final, los detalles:
Allí puso la tierra, el cielo, el mar, el sol infatigable (vean dónde aprendió Borges a adjetivar) y la luna llena; allí las estrellas que el cielo coronan…
La portentosa descripción ocupa tres deleitosas páginas. Hay en el escudo ciudades, bodas, festines, flautas y cítaras y jóvenes danzantes. Hay ejércitos, rebaños y pastores con zampoñas. Están la Discordia, el Tumulto y la funesta Ker, y campos de crecidas mieses y una encina y un corpulento buey y una hermosa viña; doncellas y mancebos y rebaños de vacas de erguida cornamenta, y cándidas ovejas y vestidos de lino y bonitas guirnaldas. Al fin:
En la orla del sólido escudo representó la poderosa corriente del río Océano.
Con esta descripción minuciosa, Homero crea un modelo imperecedero e inaugura la fructuosa promiscuidad entre las distintas manifestaciones del arte, que ya nunca cesó. Hoy mismo, por ejemplo, lo que la literatura hace con las artes plásticas, lo hace el cine con la literatura. Aquella describe pinturas con las palabras y este, novelas con la cámara.
Veintisiete siglos después, en el capítulo V de A contracorriente, Joris Karl Huysmans ofrece otra maravillosa écfrasis, esta vez de un cuadro: la Salomé de Gustave Moreau. Allí, alrededor de la figura de Herodes:
…ardían productos aromáticos que exhalaban nubes vaporosas traspasadas por el brillo de las gemas incrustadas…
Ya no sólo se mezclan artes distintas —literatura y pintura—, sino sentidos distintos: vista, olfato, tacto. A la écfrasis se le suma la sinestesia, otro recurso que estudia la retórica; en el cuadro visto por Huysmans, Salomé aparece entre un aroma perverso y se desliza sobre las puntas de sus pies con una gran flor de loto a la altura del rostro. Después empieza:
…la lúbrica danza que ha de despertar los sentidos aletargados del viejo Herodes.
Los de Herodes y los de cualquiera. Lean:
Ondulaban los senos de Salomé y, al contacto con los collares que se agitan frenéticamente, sus pezones se enderezan; sobre su piel sudorosa centellean los diamantes […] la coraza de orfebrería […] bulle y se agita sobre la carne mate, sobre la piel rosa de té…
¡Pezones enhiestos al rozarse con frenéticos collares! ¡A mí la guardia!
Siguen varias páginas prodigiosas en las que la palabra sustituye con éxito al pincel. La gran lección de Homero ha sido bien aprendida.
Écfrasis: la coyunda de las artes.