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Acabo de empezar a leer la última novela del escritor malagueño Antonio Soler, Apóstoles y asesinos, aún calentita en los anaqueles de las librerías.  El arranque, in ultimas res, o sea, por el final —así lo parece a primera vista, pero habrá que confirmarlo más adelante— es prometedor: una apetitosa mezcla de densidad literaria, drama personal e historia patria que se anuncia violenta y convulsa desde las primeras líneas.

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Antonio Soler y su novela

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Para los apresurados, esta reseña se resume en lo siguiente:

La tierra que pisamos, de Jesús Carrasco, es una novela muy bien escrita, pero que no es una novela.

Si quieren seguir, la lectura de la reseña completa les llevará unos 8 minutos, más o menos.

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Acabo de encontrar un video que ni recordaba tener: el de la presentación que Manuel Arias hizo de mi novela «Una callada sombra», hace ya tres años. Tras su presentación, le doy la réplica.

Novela, narrativa, teoría literaria, análisis crítico: para verlo con una copa de vino o un gin tonic a mano. (Tal vez para muy cafeteros):

La novela puede encontrarse en amazon.es sin problemas.

En esta entrada hay breves apuntes sobre:

  • El nacimiento del monólogo interior como técnica narrativa.
  • Apuntes sobre la novela Les lauriers sont coupés, que trajo el monólogo interior al mundo.
  • Pinceladas teóricas sobre el susodicho monólogo.
  • Cronología del monólogo interior: principales valedores.
  • Dimes y diretes.

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En el año del Señor de 1887 aparece, sin alharacas, una novelita del simbolista francés Édouard Dujardin titulada Les Lauriers sont coupés («Han cortado los laureles»). No está del todo claro si Dujardin, poeta, ensayista, amigo de Mallarmé y wagneriano devoto, era consciente de la trascendencia de lo que acababa de hacer con dicha novela: nada menos que inventar el monólogo interior (que aún no se llamaba así), uno de los símbolos indiscutibles de la modernidad novelística.

¿De verdad lo inventó él? (Defíname «inventar», hágame el favor). Estas cosas son difíciles de asegurar, pero desde que Su Majestad Joyce así lo afirmara y, con caballerosidad encomiable, reconociera su influencia en la escritura de Ulises ­–¡se dice pronto!-, así ha pasado a la posteridad. Yo me inclino también a concederle ese título, aunque, como vamos a ver, Dujardin tuvo precursores ilustres, alguno de los cuáles quizás pudiera esgrimir argumentos para disputarle esa gloria inmortal.

Antes de llegar a ello, ¿qué es ese famoso monólogo interior? Continuar leyendo…

carteetterrotoireEstoy terminando de leer La carte et le territoire, del archicélebre, aclamado y premiado escritor Michel Houellebecq.

Me encuentro de súbito ante una breve escena de corte innegablemente gore, aunque no demasiado subido de tono. Al leerla no he podido evitar pensar en la escena gore que introduje en mi novela Tulipanes y delirios y en ponerme a pensar —con alguna ligereza por ahora, lo admito de entrada— en el papel del gore (y de la deformidad, de alguna manera), en la literatura. Como primer elemento de reflexión, se me ha ocurrido poner lado a lado (bueno, uno encima de otro) los dos fragmentos.

En ambos casos, la escena la cuenta un narrador testigo. En la novela de Houellebecq es un policía que no es el protagonista de la novela, sino un narrador de los que los narratólogos llaman homodiegéticos / «yo testigo». En mi novela la escena la refiere el protagonista, o sea que se trata de un —agárrense, que viene curva— narrador autodiegético (por su posición en la narración), intradiegético (por su situación respecto a la historia) y «yo protagonista» (por el punto de vista y el tipo de información que da). ¡Ustedes perdonen!

La decisión de introducir un pasaje de «casquería» en una novela, no es fácil para ningún escritor, a menos que se dedique al género, que no es el caso en estos ejemplos. Los motivos que haya podido tener Houellebecq podrían resultar ser más escabrosos de lo que parecen a primera vista. Su escena describe la matanza —la carnicería, a decir verdad— que un asesino ha cometido con su víctima, que no es otra que el propio Houellebecq, quien en esta novela ha decidido ficcionalizarse a sí mismo, dedicándose, por cierto, un buen montón de páginas. ¡El demiurgo ha querido inmolarse de una manera espectacular!

En Tulipanes y delirios la escena sirve para ejemplificar, de forma desnuda, la cruel y reservada personalidad de uno de los personajes, del que hasta ese momento los lectores sólo habían tenido apuntes y que aquí les muestra “todo su potencial”, pero también para establecer un apesadumbrado paralelismo entre el «gore físico» de la escena y un cierto «gore moral» que impregna toda la novela, no tanto en el plano de los personajes, considerados uno a uno, cuanto en el microcosmos que conforman todos ellos juntos. Después, claro, compete al escritor conseguir que toda esta morralla tenga la suficiente dignidad literaria para ser aceptable por el lector normalito (los lectores tarados, que los hay, son cosa aparte).

Ofrezco unas fotos del texto original, para quien prefiera leerlo en francés, y la traducción que he encontrado de ese fragmento (obra de Jaime Zulaika). Continuar leyendo…