Publicado en El Mundo-Andalucía, el 5 de marzo de 2019.
Cuando la buena literatura evoca la mala política (a mi pesar).
Publicado en El Mundo-Andalucía, el 5 de marzo de 2019.
Cuando la buena literatura evoca la mala política (a mi pesar).
Publicado en Málaga Hoy el viernes 20 de abril de 2018.
Enérgico lirismo.
Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:
TEXTO SENTIDO
Sanz Irles. Escritor
UN ADMIRABLE HALCÓN
En 1957 Ted Hughes aparece, con brillo cegador, en la poesía. Su primera obra, El halcón en la lluvia, nos impresiona por lo que me apetece llamar un enérgico lirismo.
He esbozado una traducción del poema que abre el poemario, al que presta su título:
Me hundo en el atronador campo, me arranco
talón a talón de la devoradora boca de la tierra,
del fango que a cada paso me aferra los tobillos
con la obstinada costumbre de la tumba, pero el halcón…
Aunque apenas he podido acercarme a la poderosa aliteración que Hughes construye en el primer verso, I drown in the drumming ploughland, I drag up, el tono del poema ya está dado: es de lucha, de sufrimiento y de violencia, impuesto todo por un mundo inhóspito hecho de tumbas, lodazales y fieras bocas que devoran. ¿Y qué, pues, del halcón?
…sin esfuerzo suspende en lo alto su ojo inmóvil.
Sus alas sostienen toda la creación en ingrávido silencio,
fijo como una alucinación en la corriente.
Mientras el estruendoso viento destruye los tercos setos,…
Sylvia Plath y Ted Hughes
La admiración que Hughes profesó hacia los animales en muchos de sus poemas se nos muestra sin rebozo. Frente a las penalidades humillantes de la voz poética, el halcón es ingrávido y de quietud majestuosa. Queremos pensar que, desde su olímpica altura, su ojo inmóvil nos contempla con piedad y no con sorna. His wings hold all creation in a weightless quiet es un verso colosal que nos pinta un halcón Atlante, aunque tal vez indiferente, y admiramos la proeza de sostener el mundo sobre sus perfectas alas, en vez de ser sostenido en él por su aire. Ese viento, sin embargo, es cruel con la voz poética:
…me hunde los ojos, me deja sin aliento, me detiene el corazón,
y la lluvia me siega la cabeza de raíz, el halcón sostiene
la diamantina punta de la voluntad, la estrella polar
de la resistencia del náufrago: y yo,…
Nuestra energía mengua. Ahora, de penosos caminantes en el fango pasamos a ser aterrados náufragos en la mar, y el halcón sigue arriba. Parece acompañarnos, apiadarse, querer guiarnos. Pero la voz poética se ve a sí misma en una cruel imagen: la de un pedazo de carne impotente, arrancado a mordiscos por la fiera.
…un bocado sangriento, aturdido, que en las fauces de la tierra
cuenta sus últimos instantes, me estiro hacia el supremo
fulcro de la violencia, donde el halcón, inmóvil, pende.
Fulcrum of violence testimonia la capacidad imaginera de Hughes; de su técnica nos habla el difícil hipérbaton de esos versos: Bloodily grabbed dazed last-moment-counting / Morsel in the earth’s mouth…
Al final el poema da un brusco giro, no sabemos si buscando expresar un oscuro deseo de venganza contra el poderoso halcón, que parece libre de padecimientos, o describiendo con pena y miedo lo que podría ser un doliente destino compartido.
Quizás se tope, llegada su hora, con la tormenta
que llega del lado equivocado, y soporte, arrojado en picado,
que el aire se le caiga de los ojos, que los ponderosos condados lo aplasten,
que lo atrape el horizonte; que el redondo ojo angelical,
destrozado, mezcle la sangre de su corazón con el lodo de los campos.
Poema hecho de imágenes violentas y a la vez líricas que apuntan a una reedición, extraña, en negativo, de la poesía geórgica. En este poemario hay otros poemas prodigiosos de animales —esos caballos de quietud megalítica, grises fragmentos silentes de un gris mundo silente— que explican por qué Ted Hughes es tenido como uno de los grandes poetas ingleses del siglo XX.
Fue un encuentro muy feliz, el mío, con la estadounidense Sylvia Plath, hace ya años, y que me sigue trayendo a la vez felicidad y melancolía.
Sylvia Plath y su poesía, y su vida, y ella misma… una mujer de aires ingrávidos, transparentes, leves. Su rostro, su cuerpo y su palidez le confieren un dudoso pero innegable atractivo. Se presenta ante el mundo con un estar enfermizo, morboso, doliente y misterioso. Su poesía la avala y confirma su aspecto. Su vida también.
Mujer del poeta británico Ted Hughes, quien la abandonó por otra mujer no exenta de poder de fascinación, Assia Wevill (¡con semejante nombre, ya podría!), que se suicidó poco después de que también lo hiciera la propia Sylvia.
He aquí el poema Morning song, de su poemario Ariel, acompañado de una traducción al español. Es poderoso, espléndido y sugerente. Tiene imágenes sarcásticas y casi brutales («like a fat gold watch»), metafísicas («your nakedness / shadows our safety»), espectacularmente poéticas, como la nube que contempla su propio borrarse por obra del viento, o irónicas, como ese fantástico «cow-heavy and floral».
Love set you going like a fat gold watch.
The midwife slapped your footsoles, and your bald cry
Took its place among the elements.
Our voices echo, magnifying your arrival. New statue.
In a drafty museum, your nakedness
Shadows our safety. We stand round blankly as walls.
I’m no more your mother
Than the cloud that distils a mirror to reflect its own slow
Effacement at the wind’s hand.
All night your moth-breath
Flickers among the flat pink roses. I wake to listen:
A far sea moves in my ear.
One cry, and I stumble from bed, cow-heavy and floral
In my Victorian nightgown.
Your mouth opens clean as a cat’s. The window square
Whitens and swallows its dull stars. And now you try
Your handful of notes;
The clear vowels rise like balloons.
El amor te puso en marcha como a un gordo reloj de oro.
La partera te palmeó las plantas de los pies y tu llanto desabrido
Ocupó su lugar entre los elementos.
Nuestras voces le hacen eco, magnificando tu llegada. Nueva estatua.
En un frío museo, tu desnudez
Es la sombra de nuestra seguridad. Te rodeamos inexpresivos como paredes.
Y no soy más tu madre
Que la nube que gota a gota instiló un espejo para reflejar su propio lento
Desvanecerse en las manos del viento.
Toda la noche tu aliento de mariposa
Aletea entre las insulsas rosas rosas. Me despierto para escuchar:
Un mar remoto resuena en mi oído.
Un llanto, y me levanto a los tropezones de la cama.
Pesada como una vaca entre las flores de mi camisón victoriano.
Tu boca se abre franca como la de un gato.
El cuadro de la ventana
Se aclara y traga sus monótonas estrellas. Y ahora ensayas
Tu puñado de notas;
Las claras vocales se elevan como globos.
(Traducción de María Julia de Ruschi Crespo).