Archivos para marzo 2016

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George Eliot.

 

Marzo de 2016. Semana Santa. Acabo de terminar la lectura de Middlemarch. De George Eliot había leído The mill on the Floss. Tenía pendiente esta imponente obra, que iba postergando año tras año con una excusa u otra. Una feliz conversación con dos amigos versados en letras  (Toscano y Montano, y ahorrémonos las rimas que se deriven) en una terracita sureña, bajo un tibio sol invernal y con las burbujas de un buen champán revoloteando en nuestras cabezas, me decidieron a enderezar el entuerto.

Lo que sigue, de modo asaz fragmentario —pero qué más da—, es una selección de mis notas de lectura, con algunos añadidos, pocos, convenientes para su mejor comprensión. También el orden de las notas ha sido alterado, con la pretensión de amalgamar el caos.

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§ Terminada la lectura de Middlemarch, la obra mayor de George Eliot y una cumbre de la novela victoriana y más allá.

§ Ha sido útil, durante la lectura, refrescar conocimientos de la época y ampliarlos un poco.

Era victoriana: de 1837 a 1901; un largo reinado 64 años. Época de turbada grandeza para la Inglaterra imperial. Tiempo de paz y de confiada afirmación del sentimiento nacional. Tiempo de avances tecnológicos, fe en la ciencia y prosperidad, pero también de estupor y remordimiento ante las crueles consecuencias de la revolución industrial para gran parte de la sociedad inglesa.

§ Era de la «novela clásica» por antonomasia.

§ Las novelas victorianas están próximas a la vida cotidiana y comparten un afán moralizante. Narradores omniscientes e intrusivos que establecen, sin despeinarse casi, fronteras nítidas entre el bien y el mal. ¡Fuera relativismos! Continuar leyendo…

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Estuve en Valencia, de paso, hace cosa de un mes. Fui de trabajo y también de nostalgias −el poco tiempo libre que sobró−, incluyendo una visita solitaria a mi viejo colegio de muros ciclópeos y centenarios, techos altos, artesonados eternos, capilla ebria de inciensos y largos pasillos por los que un día, asombrosamente lejano, corrieron, despreocupadas, mi ágil infancia y mi insolente adolescencia.

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Antes me había pasado por la feria del libro, donde me entretuve casi una hora fisgando en cajones atestados de tebeos, pilas de novelas innombrables, reproducciones de mapas o biografías de santos. No vi en caseta ninguna aquellas Vidas ejemplares de la infancia, que los curas de mi colegio tanto encarecían, pero si me topé con cuatro grandes cajas repletas de los archifamosos bolsilibros de Bruguera, que a principios de los 80 se vendían a 60 ptas. (que es la abreviatura de «pesetas», o sea, algo así como 35 céntimos de euro). Archifamosos eran, no me desdigo, aunque yo nunca leí ninguno, pero los veía con frecuencia en tranvías y autobuses, devorados por ojos ávidos e impacientes.

Spitfire

Spitfire

Como he sido aviador antes que fraile, me fijé, inevitablemente, en uno en cuya dinámica portada vuelan dos Zero japoneses que atacan a un poderoso acorazado. Los Zero son, por diseño y características de vuelo, mis cazas favoritos, solo precedidos por los inimitables Spitfire ingleses. Además, el bolsilibro en cuestión pertenecía a la «Colección Metralla, publicación semanal».

¿Cómo resistirse?

Así que, concluida la visita nostálgica a las viejas aulas, fui a comerme una paellita y a zamparme De un infierno a otro, que así se titula la novelita de Elliot Dooley, a quien quiero homenajear sentidamente.

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Contracubierta de los bolsilibros de Bruguera

He averiguado que Dooley era uno de los innumerables noms de plume de Enrique Martínez Fariña, un Lope de Vega contemporáneo (murió en 1985). Además de como Dooley, este desaforado novelista firmó como E. M. Fariñas, Henry D’Oray, Ivonne Bel, Jack King, Adam Nebles, Young Lassiter, Don Carter, Chantal Fleury, Helmuth Von Sohel, Enrico Farinacci, Al Barton, Ram Parrot, Raóul Artz, Richard War, Cliff Maxwell, Irving Smutty, Giovanni Casanova, Master Space, Ralph Benchmark, o Lew Spencer y sus títulos publicados se acercan, según mis informaciones, a los 500. Tocó todos los géneros más populares: oeste, bélico, ciencia ficción, erótico, rosa, histórico, biográfico, etc. Entre sus títulos, para que se hagan ya una idea, están La tortuga agradecida, Historia de la aviación, Sexy-stop, un heideggeriano Quiero ser, El síndrome de Thanatos (¿un guiño high brow?), Cornudo sin compasión o Severa de día, puta de noche.

Ante tamaña producción se le caen a uno las cartolas. Un coloso de la novela, el amigo Martínez Fariña. Continuar leyendo…