Archivos para enero 2016

Origen: Qué vemos cuando leemos

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Estoy terminando la lectura de The grapes of wrath, de John Steinbeck y he sentido una vez más la impelente curiosidad (¡cuánto le gustaba lo de «impelente» a Lezama Lima!) de ver cómo se ha traducido esta novela. Por lo pronto cabe consignar que en nuestra lengua tiene más de un título: Las uvas de la ira principalmente, pero también Las viñas de la ira, en Venezuela, e incluso, creo, Viñas de ira en Argentina, aunque no sé si este último es sólo para la película, de John Ford, y no para el libro.

La única versión que he encontrado en las librerías de mi ciudad es la que publicó Alianza (no una editorial menor, precisamente), a cargo de María Coy Girón, de quien no creo haber leído otras traducciones con anterioridad.

Nada más empezar a ojearla (o a hojearla, lo que prefieran), me asaltaron la incredulidad, el pasmo y la decepción, creo que por ese orden, al ver que el principal y más característico rasgo estilístico y de lenguaje de la novela ha sido eliminado por completo; arrancado de raíz, sin contemplaciones ni piedad. Me refiero al habla regional de los personajes, al dialecto de la Oklahoma rural, tierra de los protagonistas.

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Tetas

5 enero, 2016 — Deja un comentario

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El protagonista de Tulipanes y delirios (cuya edición impresa saldrá a finales de febrero de 2016, Ediciones Alfar), es, entre otras cosas, un gran aficionado a las tetas y se fija mucho en ellas, como puede verse en esta sucinta selección de fragmentos de la novela, que me ha parecido divertido entresacar:

Me hipnotiza el volumen de sus lechosos senos, ceñidos por suaves prendas de angora de tonos pastel, que le dan un cierto aire de gatona maternal y generosa.

Embriaguez de espliego, bergamota y suave aire de coco sube desde su cuello y su canalillo

…la teta misma, blanca y cremosa; la areola café con leche —toffee de primera— hinchada y en relieve; y el pezón marrón oscuro, tieso y lanzado hacia delante, como el hocico de una zarigüeya que todo lo husmea. Sniff sniff.

En un espejo de cuerpo entero que la reflejaba de lado, y en el propio cristal de la ventana, veía los pezones aplastarse y los pechos desparramarse, mientras un fino reguero de sudor resbalaba desde la axila por el costado,

El ígneg4-tokyo-dandyo dragón bordado en la solapa izquierda tiene las fauces abiertas y parecen a punto de cerrarse sobre el pechito-melocotón, la teta-breva, que tanta ternura y deseo me provoca

Me cruzaba con muchas mujeres o me adelantaban a la carrera, casi todas jóvenes, con sus gorritos y las toallas al cuello, sudor brillante en los rostros, las rubias colas de caballo flagelándoles la espalda al correr, y las tetas, sus tetas, esas tetas que se bamboleaban y subían y bajaban con cada trote, esas montañas, esos ochomiles, esos soufflés, esos bultos nutricios, esos cántaros de nata, esas cornucopias, esos exultantes triunfos de la naturaleza a mi alrededor, a pares, por docenas y docenas, que me entraban ganas de gritar a pleno pulmón: ¡Margarita está linda la mar!, o Sweet Helen, make me immortal with a kiss!

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