Archivos para 30 November, 1999

El oso del azafrán

25 julio, 2014 — 3 comentarios

Un poema de Denise Levertov que, con sencillez asombrosa y envidiable, despliega ante nuestro entendimiento algunos de los milagros del milagroso hecho de leer:

 

polar bear

 

To the Reader

As you read, a white bear leisurely

pees, dyeing the snow

saffron,

and as you read, many gods

 lie among lianas: eyes of obsidian

are watching the generations of leaves,

and as you read

 the sea is turning its dark pages,

 turning

its dark pages.

(from: The Jacob’s Ladder, 1961)

 

ocean dark

Y la traducción que de él hace Carlos Manzano:

 

 

Al lector

Mientras lees, un oso blanco despacio

mea y tiñe la nieve

de azafrán:

mientras lees, muchos dioses

reposan entre lianas: ojos de obsidiana

contemplan las generaciones de hojas,

y, mientras lees,

el mar pasa sus obscuras páginas,

pasa

sus obscuras páginas.

levertov reads

Denise Levertov

Un ave carmelita

27 abril, 2014 — Deja un comentario

Levertov Sands

El traductor Carlos Manzano me santifica el día con un poema que no puedo no compartir aquí. De Denise Levertov, esta maravilla:

 

Concordance

Brown bird, irresolute as a dry

leaf, swerved in flight

just as my thought

changed course, as if I heard

a new motif enter a music I’d not

till then attended to.

(Denise Levertov, Sands of the Well. 1996)

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Longtemps, je me suis couché de bonne heure.

Así arranca uno de los mayores monumentos de la literatura moderna, y no creo exagerar si digo también que de todos los tiempos: À la recherche du temps perdu, de Marcel Proust. Un inmenso regalo para todo lector; inmenso en calidad, y también en cantidad, pues, contraviniendo la regla general, el placer que proporciona es duradero, y nos llega, a veces en avalanchas, y a veces con el tintineo sutil de un arroyo repicando sobre los cantos de su lecho, a través de 7 volúmenes y miles de páginas. Un único, pero gran dolor: que pese a sus dimensiones, casi mitológicas, también se acaba.

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Lo hace, por cierto, de una manera genial, como si el autor supiera  que va a dejar a sus lectores llorando en el desamparo, tras haberlos metido, sin posibilidad de salida, en su universo, durante páginas y páginas, es decir, durante semanas y semanas.

Se diría que el último capítulo del séptimo volumen fue escrito inmediatamente después del primer capítulo de la obra, el que comienza, justamente, con  Longtemps, je me suis couché…  Al final de tantos miles de páginas leídas, el narrador nos dice que debe ponerse manos a la obra y escribir el libro que acabamos de leer (dormirá de día, nos dice, y trabajará de noche, y su libro, si la Muerte lo respeta, será tan largo como Las Mil y Una noches).

Pero, en realidad, yo quería hablar de traducciones y traductores. Los que no pueden leer una obra admirada en su lengua original, deben recurrir a las traducciones. Del monumento de Proust tenemos la suerte de disponer de varias. Hablaré ,brevemente, de las tres realizadas en España, aunque también están las argentinas de Menasché y Estela Canto, por ejemplo.

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