Archivos para Argentina

Publicado en Málaga Hoy el viernes 16 de marzo de 2018.

Faustino Domingo Sarmiento nos regala la mejor prosa en español del siglo XIX, para una obra histórica con alma de gran literatura.

2018_03_16_Sombra terrible de Facundo

Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:

 

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles 

SOMBRA TERRIBLE DE FACUNDO

¡Sombra terrible de Facundo voy a evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: revélanoslo.

Hay que sucumbir a un libro que empieza así —sucumbir es una palabra con ritmo; estribillo de rumba—. No hagan como yo, que cuando un compañero de universidad —han pasado océanos de tiempo— me elogió el libro, pensé: pues será bueno, pero que lo lea otro. Busquen la ocasión de leer este libro portentoso de Domingo Faustino Sarmiento, el escritor e historiador argentino que llegó a presidente de su país y combatió la sinrazón con la pluma y con poco éxito. De Facundo dijo Unamuno que era la mejor prosa en español de todo el XIX.

Pues hete aquí que me topé de bruces, hurgando en mis estanterías, con un ejemplar virgen. Sé que me lo regalaron. ¿Quién? ¿Cuándo? ¿A qué santo? Tal vez fue el homenaje a una amistad inolvidable y ya olvidada o a una noche de venturosa holganza con alguna mujer cuya memoria se ha perdido para siempre… Dejémoslo.

Sarmiento consigue con Facundo una maravillosa manifestación de la no-ficción creativa; historia y literatura a la vez, como Herodoto, como Tácito.

Con el pretexto de contar las funestas hazañas del terrible y crudelísimo Facundo Quiroga, Sarmiento arremete contra su odiado Juan Manuel Rosas, que fue, como se sabe, otro notorio punto filipino:

Quiroga […] era bárbaro, avaro y lúbrico, y se entregaba a sus pasiones sin embozo; su sucesor [o sea, Rosas, aclaro yo] no saquea los pueblos, es verdad, no ultraja el pudor de las mujeres, no tiene más que una pasión, una necesidad, la sed de sangre, la sed de “sangre humana”, y la de despotismo.

Al concepto kantiano de mal radical y al arendtiano del mal banal, Sarmiento agrega la idea del mal frío, de estirpe térmica.

El libro tiene tres partes. La primera es un estudio de  inspiración romántica sobre la génesis del  carácter nacional argentino. Al hablar de la región de Los Llanos, leemos:

…un pueblo que habla español y lleva y ha llevado siempre la barba completa, cayendo muchas veces hasta el pecho; un pueblo de aspecto triste, taciturno, grave y taimado; árabe, que cabalga en burros […] El llanista es el único que ignora que es el ser más desgraciado, más miserable y más bárbaro…

En la segunda se narra la vida fabulenda y tremendosa del temible gaucho Facundo Quiroga, que fue principal caudillo y figura clave de la guerra civil argentina, tras la independencia. La tercera parte está dedicada al estanciero Rosas y a su tiempo.

La mezcla de historia política, geografía humana y física, psicología y de prosa exquisita, convierten a este libro en una lectura que arrebata.

Es Tucumán un país tropical en donde la naturaleza ha hecho ostentación de sus más pomposas galas; es el edén de América, sin rival en toda la redondez de la tierra. Imaginaos los Andes cubiertos de un manto verdinegro de vegetación colosal, dejando escapar por debajo de la orla de ese vestido, doce ríos que corren a distancias iguales en dirección paralela, hasta que empiezan a inclinarse todos hacia un rumbo, y formando reunidos un canal navegable que se aventura en el corazón de la América. […]

Facundo Quiroga fue un gaucho de verdad. Tal vez otro día pueda hablarles de Segundo Sombra, uno de ficción, pero igualmente inolvidable y, con Martín Fierro, la santísima trinidad gauchesca. Pásenlo bien.

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El Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento, se cruzó conmigo en los alborotados tiempos de la universidad. Oí decir que era un gran libro y recuerdo que pensé: “Lo será, sin duda, pero que lo lea otro”.

Porque, para empezar, ¿qué cabe esperarse de todos esos nombres absurdos? ¿Facundo? Va Facundo moribundo por el mundo con un gesto tremebundo… ¡Por favor! ¿Faustino? ¿¡Sarmiento!? María Sarmiento, te voy a contar un cuento. ¿Quién puede llamarse Faustino Sarmiento y salir sin taras de la ordalía? Continuar leyendo…

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Tras lo que fue un lectura desatenta y superficial, allá por los primeros setenta (supongo que por creer, con la arrogancia de las hormonas en estampida, que no debía malgastar mi tiempo en literaturas folklóricas y menores cuyo único mérito sería, si acaso, «el color local»), he vuelto a leer ahora, con pasmado gozo y gratitud sin reservas, Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, que es la soberbia novela que cierra la literatura gauchesca, algo así como las novelas de caballerías de una Argentina-en-busca-de-su-identidad.

Mi entusiasmo por Don Segundo Sombra se debe a lo siguiente:

1. Entronca, de modo natural y admirable, con buena parte de la literatura clásica de nuestra lengua. 

El protagonista/narrador abandona su casa y se echa a la aventura de una forma magníficamente quijotesca:

Como un turco me eché a la espalda recado y ropa. Medio dormido llegué al corralón, enfrené mi petizo, lo ensillé y, abriendo la gran puerta del fondo, gané la calle.

Experimentaba una satisfacción desconocida, la satisfacción de estar libre.

(…)

Un gallo cantó. Alboreaba impercentiblemente.

Nuestro adolescente protagonista se echa al mundo en busca de aventura y de hombría, o sea, de formación. ¿Cómo no evocar el cervantino

Y así, sin dar parte alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día (que era uno de los calurosos del mes de julio) se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo.

o aquella salida de la venta que empieza con un

La del alba sería…

Si el hidalgo manchego sale a arreglar el mundo, nuestro gauchito sale a conocerlo y a arreglarse con él, pero ambos se echan al mundo con parecido espíritu e ímpetu.

Además de estos ecos, las descripciones de los personajes (lo que los pomposos teórico-literarios llamamos prosopografía, nomás por hacer el ridículo un poco) tienen raigambre quevediana, pero sin desmerecerlas ni un ápice:

El pecho era vasto, las coyunturas huesudas como las de un potro, los pies cortos con un empeine a lo galleta, las manos gruesas y cuerudas como cascarón de peludo. Su tez era aindiada, sus ojos ligeramente levantados hacia las sienes y pequeños.

Doña Ubaldina, chusca, enterrada en la grasa, era una chinaza afecta a la jarana, y solía pimentar sus bromas con palabrotas que tiraba en la conversación como zapallos en una canasta de huevos.

¡¡¡«Una chinaza afecta a la jarana»!!! ¡Impagable, Güiraldes!

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2. Es un sorprendente ejemplo de adaptación, a un mundo rural y arcaico, del Bildungsroman, (novela de formación), que narra la transición de los jóvenes al mundo adulto.

Lo más interesante del propio Segundo Sombra, viejo gaucho que presta su nombre al título de la novela pero que no la protagoniza, aunque sí la caracteriza, es su capacidad de erigirse en un verdadero maestro, todo un sensei, en el sentido más japonés del término, que le muestra al joven catecúmeno, calladamente y con su seguro obrar, el camino a seguir.

3. El lenguaje, arcaizante, preciosista, popular y técnico, es una delicia. Es el lenguaje el que nos da a conocer, en la plenitud de una lírica perfectamente contenida y amaestrada, al otro gran protagonista: el campo, la pampa, los caballos y las reses… la naturaleza, en suma.

Un tesoro de voces sobre el pelaje y la anatomía de los caballos (asunto que siempre me ha gustado y sobre el que tengo tesauros bien elaborados), utensilios del campo, costumbres del animalaje, además de intensas, aunque breves, descripciones de fenómenos de la naturaleza.

No se necesita, sin embargo, tener a mano un diccionario de argentinismos; el DRAE (el diccionario de la Academia, para los no iniciados), cumple, dignamente y con pocas excepciones, la labor necesaria. Disfrutaremos, pues, recuperando palabras olvidadas y aprendiendo otras que, aunque viejas, oiremos por primera vez, abandonándonos al éxtasis de nuestra propia lengua, mucho más rica y ostentosa de cuanto recordábamos.

Así, pasaremos unas horas junto a potros redomones, bayos cabos negros, rebenques y matras, cebaremos mate, mantendremos listos y en buen uso los recaditos y las lonjas, mojaremos nuestros sueños con alguna chinita querendona, presenciaremos duelos con facones, oiremos el canto del chingolo, herviremos caracuses y compartiremos, en suma, las tareas del resero, el más macho de los oficios, montaremos un cebruno petizón por el campo fiero y desamparao o, yendo mal las cosas, nos humillaremos a lomos de un matungo. Asistiremos, con arrobo, a la mitificación de una forma de vida y unos personajes que nunca fueron como los pinta Güiraldes, pero que deberían haberlo  sido.

Y salimos al galope corto, rumbo al campo, que poco  poco nos fue tragando en su indiferencia.

Pura maravilla. ¡Léanlo! ¡No se priven de ese gozo!

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