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La humareda final

11 junio, 2017 — 11 comentarios

Publicado en Málaga Hoy el viernes 9 de junio de 2017.

Este 16 de junio de 2017 tendremos en Málaga, por primera vez, el Bloomsday: celebración de Joyce,

2017_06_09_La humareda final

Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto: 

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

LA HUMAREDA FINAL

Desde que conocí la obra de Tudor Arghezi, me avecindo a temporadas en la poesía rumana. Hace poco leí un poemario de Eugen Dorcescu y quedé fascinado. También conmovido. Se titula Poemas del viejo (Poemele bătrânului) y está en Ediciones Igitur.

La calidad de su poesía se manifiesta con naturalidad e imperio. También su fuerza, sutilmente encadenada a su delicadeza: este contraste es cautivador.

Todo el poemario es un intrépido esfuerzo por explorar la vejez. No sus causas ni sus efectos, sino su esencia: lo que es. Con versos afilados nos dice que amar significa desear vivir en lugar del otro / para protegerle contra los horrores de la vida, y que odiar a alguien significa / desear hacerle vivir/ en lugar de uno. Después nos azota:

Y el viejo ni se ama a sí mismo

ni se odia,

hace mucho que ya no vive en

su espacio, no vive

en lugar alguno

y no ha muerto todavía.

El viejo, pues, sobrevive errando en la perplejidad; es un no-muerto, un nosferatu transilvánico.

Con amarga ternura, el poema 5 empieza evocando a las hijas:

Las hijas del viejo no

le han olvidado, aunque, de hecho,

casi no le recuerdan.

Ya el Rey Lear preguntaba:

 Decidme, hijas mías […]

¿cuál de vosotras más me ama?

Dorcescu sabe, como sabía Shakespeare, que las hijas, más aún que los hijos, atestiguan el correr de la vida de un padre. Ellas generan vida nueva que, sin odio pero sin misericordia, puede acabar arrumbando la nuestra en alguna buhardilla. Pero el viejo, quién sabe si por sabio o por cansado:

…no las acusa, nunca

acusa a nadie (quizá

por eso no le recuerdan),

contempla tranquilo el gran

río del tiempo…

El conocido tropo de la vida como un río (Heráclito, Jorge Manrique…) no es aquí un vulgar recurso sin imaginación, sino una figura retórica clásica, pero fresca y renovada, gracias a lo que señalé al principio: una gran naturalidad en los versos (sólo afectada por sus caprichosos truncamientos). La imagen que se pinta ante nuestros ojos nos llena de sobrecogimiento y simpatía: el viejo, ya en paz, mira la vida como algo casi ajeno que se aleja, esta vez para siempre.

El poema 9 toca el tuétano de la vejez:

…este festín fúnebre

comenzó hace mucho,

casi en la infancia,

el viejo ha vivido frenéticamente,

ha abandonado la mesa de niebla y humo

de Thanatos…

dorcescu

Eugen Dorcescu

 

La humareda de la muerte; hay humo porque hay fuego y por eso habrá ceniza. En el último poema Dorcescu vuelve a las hijas, porque sabe que, además de señalar un final, alumbran un comienzo:

Las hijas ya mayores,

los nietos han crecido,

el cigoñal se inclina

lentamente

hacia la ceniza.

Copiii sunt mari, nepoţii au / crescut, / Cumpăna se înclină încet / spre cenuşă.

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Procaces albornoces

25 octubre, 2016 — Deja un comentario
Publicado en Málaga Hoy el viernes 21 de octubre de 2016.

Es muy centroeuropea y muy especial y muy morbosa y muy médica y muy burguesa y muy nostálgica y muy sensual. Es la novela de balneario.

cabecera

2016_10_21_procaces-albornoces

Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

PROCACES ALBORNOCES

Los lugares de veraneo y su extensión morbosa, los sanatorios de aguas salutíferas, tienen su propio subgénero: la novela de balneario. La dama del perrito (Chejov), El jugador (Dostoievski), Verano en Baden-Baden (Tsypkin) y, claro, Thomas Mann, que con La montaña mágica y La muerte en Venecia es el rey del mambo del subgénero. Hors catégorie, Proust. De las nuestras recuerdo Un viaje de novios (naturalismo pacato), de Pardo Bazán, y Pabellón de reposo, de Cela, que no son gran cosa.

Mihail Sebastian fue un escritor rumano y judío que admiro. Vivió en un Bucarest convulso y compartió veladas y amistad —luego truncada— con Cioran (pronúnciese Chorán) y con Mircea (pronúnciese Mircha) Eliade. Su Diario de los años fascistas es atronador y debe leerse. En 1933 escribió Mujeres. La he vuelto a hojear y advierto que la primera de sus cuatro historias pertenece al subgénero.

Las relecturas permiten mayor atención a los detalles y he disfrutado con las piruetas de la novela, que salta de la metafísica irónica:

Y si, por casualidad, la eternidad tuviera el sabor de esta sobremesa

a la psicología galante:

—No cabe duda, señora Bonneau: es muy hermosa.

—No, querido amigo. Solo muy serena.

Los balnearios propician amoríos ilícitos. No debe haber novela de balneario sin un adulterio, soñado o consumado, entre caldas u hontanares, playas desiertas o terrazas donde vortiginosos albornoces nos asoman a turbadoras desnudeces tísicas. También hay esputos.

Renée Rey tiene un cuerpo feo, manos muy delicadas […] piernas asustadizas […] y los ojos sombríos.

—Renée, eres la mujer más desnuda del mundo.

[…] estar desnudo no significa estar sin ropa. Hay mujeres desnudas y mujeres sin ropa.

Adulterio es igual a triángulo escaleno, pues los lados son desiguales. (¿Hay una geometría euclidiana de esto? ¿Adulterios obtusángulos y el coseno de los cuernos?). Veamos cómo nace el polígono. El marido les pide que posen para una foto y el galán sondea:

—Si hay que hacer una escena de película —susurra Valeriu—, yo preferiría, señora, una de amor.

Ha hecho el comentario como de pasada […] para poder convertirlo fácilmente en una broma si es necesario.

Renée sonríe como por casualidad y no responde nada.

No responde, pero los lectores vemos ya asomar dos bultos en las sienes del inminente cornalón.

Mihail Sebastian engasta los matices, como en esta descripción (en la que anida la voz de Simenon):

Las ventanas del hall están abiertas, dentro se oyen voces familiares. Se ve, al trasluz, el humo azulado del tabaco […] los reflejos del lago a lo lejos tienen algo de fijo, de dominante.

A la suave ondulación del humo se contrapone la quietud —que columbramos también azulada— de las aguas y emerge un hipnótico equilibrio sobre el que flotan voces.

Como se lee en la cautivadora La ciudad de las acacias, Mihail Sebastian ve a las mujeres con intensa hondura masculina, o sea, con ternura recelosa. En la primera historia de Mujeres se aprovecha de algunas características del subgénero para tener ya hecho el marco de la historia y concentrarse así en sus penetrales. Lo hace de maravilla.