Notas de lectura: «Radiaciones I. 1939-1943». Ernst Jünger

7 junio, 2013 — 2 comentarios

He estado hojeando mis cuadernos de hace un par de años, y me animo a transcribir una selección de las notas que fui anotando durante la lectura de este primer volumen de las memorias de Ernst Jünger (Radiaciones I. Tusquets Ed., traducción de Andrés Sánchez Pascual). Quienes lo hayan leído podrán tal vez cotejar sus propias impresiones con las de otro lector, o sea, las mías, y quienes no, ¡quién sabe!, tal vez se animen a hacerlo. Si así fuera, me sentiría satisfecho: sería mi buena obra del día.

radiacionesjunger«Unas pocas páginas… unos pocos párrafos, y Jünger me cautiva de nuevo. Su capacidad de aunar filosofía, ensayo y pálpito poético es única y arrebatadora.»

«Cuando iniciaba el primer diario, ‘Jardines y carreteras’, en 1939, estaba terminando su prodigioso «En los acantilados de mármol». Nos dice el traductor que hallaremos en estos diarios muchas claves sobre esa obra. ¡Ardo en deseos de leerlas!»

«La guerra vista desde el sufrimiento. El soldado ya no es, como lo era en «Tempestades de acero», el hombre de acción, sino el individuo sometido a la disciplina, amenazado por la muerte y expuesto al dolor.»

«Oigamos a Jünger:

[ante la velocidad de la vida moderna]… En la literatura es el diario el mejor medio. Y, además, es el único diálogo posible que subsiste en el Estado totalitario.

Mi sintonía con Jünger se confirma con esta lista, que él mismo nos da, de algunos de sus autores más admirados:

Poe, Melville, Hölderlin, Tocqueville, Dostoievski, Burckhardt, Nietzsche, Rimbaud, Conrad, a todos ellos se los encontrará conjurados con frecuencia en estas páginas como augures de las profundidades del Maelstrom al que hemos descendido. Entre estos espíritus están también Léon Bloy y Kierkegaard.

Y sobre la literatura y los escritores:

Una frase sin tacha causa, desde luego, efectos que van mucho más allá del placer que en sí misma proporciona. En la plasmación de una de esas frases está viva, aunque el lenguaje envejezca, una distribución de luz y sombra, un delicadísimo equilibrio que se extiende luego a las demás zonas.

Dejando clara su creciente desconfianza ante la política:

Dentro del ser humano es donde es menester que se desarrolle un nuevo fruto, no en los sistemas.

Tal vez es el Jünger escritor, reflexionando sobre su quehacer literario, aquel del que me siento más cercano, tanto que bien podría haber escrito yo estas palabras sobre una de las facetas del proceso de la escritura, sin añadir ni quitar nada:

[…] para mí es jornada de caza cada día −quiero decir que me paso la mañana dando forma a frases y desechándolas, cual alfarero que rompe sus cacharros.

Sobre la prosa, dice luego:

[…] lo mismo cabe decir de la inversión del orden de las palabras dentro de la frase por motivos de equilibrio, de exacta distribución de pesos −también en esto tiene la poesía más libertad que la prosa. La labor rítmica realizada en la prosa no habrá de dejar tras de sí rastro ninguno; hacer ese esfuerzo es algo que merece la pena, tanto más cuanto menos se lo perciba. Esto responde a una ley general, que dice que la mano ordenadora ha de borrar al final, y esa es su última tarea, las señales visibles de su trabajo.

Sin duda es esta una de las actitudes (y de las filigranas técnicas) que distinguen el escritor novel del experimentado. El despliegue del plumaje multicolor, las aparatosas paradas nupciales y la pirotecnia verbosa son rasgos de los primeros, o de los imbéciles, cuando se perpetúan en una obra.

Interesante, y buena clave para entender mejor su escritura: para Jünger, un texto literario se cincela frase a frase. Cada frase importa, cada una de ellas debe ser literariamente válida. Es difícil no estar de acuerdo, pero solo de pensarlo sobrevienen escalofríos: ¡qué esfuerzo titánico!, ¡qué agotamiento!

La descripción de lo bello presupone mesura, distancia, y una mirada aguda; con simples tartamudeos no se consigue nada. De ahí que sean impropios de la descripción vocablos como «indescriptible». De igual manera es también una señal de impotencia el desenfreno en los superlativos.

¿Y no son acaso las palabras que siguen, escritas en 1939, de total actualidad hoy, como expresión de los miedos que produce la globalización?:

Los seres humanos sienten cómo cerca de ellos se mueven grandes masas, pero no captan ni la dirección que llevan ni la meta a que se dirigen.

He aquí una atinada observación de un hombre del Norte sobre los hombres del Sur, que, habiendo vivido años en Europa central y frecuentando Escandinavia, comparto sin reservas:

Paseo dominguero por el cementerio de Saint-Lazare. Hasta en estos lugares me llama la atención la  escasa relación que los latinos tienen con la Naturaleza, y cómo se les ha otorgado, en cambio, una intensa relación con la sociedad.

Por eso, en efecto, el ecologismo meridional europeo suele resultar tan postizo y lastimero: una consigna política, de obligada modernidad, más que una actitud anclada en las personas. Un bisoñé con frecuencia grotesco.

Bellezas. Temblores:

Frente a mí una muchacha en rojo y azul, que reunía una belleza perfecta con un alto grado de frialdad. Una flor de hielo: quien la deshiela, destruye la forma.

sello jungerHe aquí un interesante (y voluntarista) pensamiento que muchos, casi todos, probablemente, hemos verificado alguna vez en la vida:

Estamos cargados de una determinada especie de fuerza; entonces se ponen en marcha los objetos adecuados. Así, por ejemplo, somos viriles y entonces aparecen las mujeres. O somos infantiles y entonces afluyen a nosotros los regalos.

En la entrada del 26 de mayo de 1941 hay un fragmento soberbio sobre cierto tipo de personas que amalgaman lo sórdido y lo elevado, la liviandad y la melancolía. De la muchacha callejera que bordea la prostitución pero que debe alimentar a su madre, dice:

Así es como se camina hacia el abismo en barcos adornados con guirnaldas de flores.

Una dura y sorprendente imagen (de las muchas posibles) de la crueldad, y del horror:

Son en verdad las mujeres hijas de la Tierra. En su pecho albergan ciencias terribles y solitarias, como la de la paternidad. En plena época burguesa subsisten ahí abismos propios de Medea. Un ejemplo: la estampa de la mujer que durante años contempla cómo su marido acaricia a un niño que no es suyo.

Y para terminar, una coincidencia. A mediados de los años 70, un personaje de una novela mía que nunca vio la luz, decía, hablando de la Ilustración: «Tanta luz impide las sombras, que es lo que en verdad me interesa». Ahora leo en Jünger:

La ceguera crece con la Ilustración; el ser humano se mueve en un laberinto de luz. Ya no conoce el poder de las tinieblas.

Dejo para otro día, quizás, las notas a los restantes volúmenes de estas ricas memorias de Jünger. Nadie que se las tenga que ver con la misantropía, ya para abrazarla, ya para repudiarla, debería dejar de leerlas.

2 comentarios para Notas de lectura: «Radiaciones I. 1939-1943». Ernst Jünger

  1. 

    Gracias, Amparo. Veo que conoces a Jünger, por lo que seguramente has leído muchas cosas suyas. De entre lo mucho que escribió, creo imprescindibles (e impresionantes) «La emboscadura», y «En los acantilados de mármol». Un último aviso a navegantes sobre estos dos libros: aficionados a los «best sellers», ¡abstenerse!

  2. 

    Me fascina este personaje. Y lo siento tan cercano. Me has hecho pensar en todas nuestras facetas. escritores, pensadores, trabajadores, personas.. Tan cercano pero tan grande. Me encanta. Me lo has hecho más humano y cercano. Gracias

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