Fred Vargas is a girl (y otras negritudes)

17 mayo, 2014 — 2 comentarios

Fred Vargas1

Fred Vargas, aunque no lo parezca

 

Novela negra, novela policiaca, novela de detectives, novela de intriga… En la última década, el mercado editorial parece haber descubierto un filón inagotable (¡y cómo se agotan de rápido esos filones!) que yo sólo puedo contemplar con cierto escepticismo escasamente fundamentado porque, lo confieso, no soy ni creyente ni practicante habitual del género. Algo tendrá el agua de los glaciares narrativos escandinavos cuando la bendicen, pero las modas y los oportunismos editoriales (y mis propias querencias, cada vez más obsesivas y, por lo tanto, más exclusivas o excluyentes) me frenan la curiosidad. Tal vez también nutra mi escepticismo el haber vivido largos años en el norte de Europa; uno ya está curado de ciertos espejismos. Dejemos pasar unos años a ver qué sobrevive de esa nueva invasión vikinga (¿de verdad llevaban cuernos en los cascos?), años que yo voy dedicando mientras tanto a mis lecturas, ajenas a la actualidad de los suplementos literarios. (Mi agente me lo tiene dicho: «Con esa actitud no llegarás lejos en esto»).

Es sábado, qué diantre, así que me será permitida, digo yo, un poco de sociopolítica de andar por casa. Allá va: los estados del estado del bienestar se pueden permitir el lujo de un cómodo (por poco amenazante) malestar social, de la denuncia lúdica de la corrupción y la maldad a pequeña escala. Únase a esto la comodidad del bienestar interiorizada por el lector: nada más “entretenido” que un puzle con su intriga, su policía, su nudo y su desenlace… Una lectura, sí, fácil, golosa, sin riesgos. Lo que no quiere decir que el género en sí sea incompatible con la calidad literaria. Y como nada hay más excitante para un conversador que ese giro por donde asoma la contradicción, propongo algunos nombres de este género que me interesan y recomiendo, aunque maldita falta que les hacen a los recomendados mis recomendaciones.

John le Carré

El primero es John le Carré, cuyas obras me han acompañado a trompicones, sin grandes fidelidades, en las últimas décadas. Es la suya una escritura de gentleman, distante, impecable y exigente. No hay concesiones al lector, al que se le supone un conocimiento solvente de la historia que transcurre cotidianamente bajo nuestros ojos por los periódicos. De Le Carré me ha interesado siempre lo borroso de las tramas, esos enredos trufados de suposiciones, de datos no concretados, como si los personajes de sus obras vivieran en mundos o realidades que nunca nos son plenamente accesibles. ¿Es esto una metáfora del alma del otro o una constatación realista de nuestra ignorancia sobre los verdaderos entresijos donde se cuecen las noticias de la prensa? Probablemente, las dos cosas al mismo tiempo.

El segundo nombre es de mujer, aunque no lo parezca: Fred Vargas (seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau). A Fred Vargas se la ama o se la malinterpreta. Quienes vayan buscando en sus novelas las consabidas dosis de truculencia realista se toparán con un muro insalvable: su humor y la extravagancia «irreal» de sus tramas y caracteres. Gente seria, absténganse. En los artefactos detectivescos de Fred Vargas la intriga está al servicio de otros amos, lo que puede irritar a los más puristas. Bajo el histrionismo de sus personajes y los recovecos de la acción, Vargas practica un retorcido psicologismo de empatías donde encaja a la perfección la comicidad.

Digresión: Se me ocurre ahora que esta comicidad, que tiene buen pedigrí entre sus compatriotas (empezando por Montaigne), pudiera ser en el Juicio Final la base de la defensa de ese crimen tan genuinamente francés: el engolamiento.

Georges Simenon

Y luego, claro, queda el más grande de todo ellos: Georges Simenon (¡No sin mi pipa!). Es tan grande que hasta me cuesta meterlo en el cajón de este género,pues, como tengo dicho no sé dónde, para mí Simenon es, ante todo, un soberbio escritor metafísico.

Tengo sus obras completas en mis estanterías: son 27 volúmenes en fino papel misal, unas 35 mil páginas; un Lope de Vega moderno, vaya. La mera presencia de sus libros ahí, a mi disposición, me colma de tranquilidad: siempre habrá algo bueno que echarse al coleto cuando lleguen esos domingos tediosos, ese regreso aturdido de un viaje, ese hartazgo de otros temas y otros «géneros», y Simenon no defrauda.

Otro belga, como Hergé, al que estarle agradecido.

 

librosSimenon3

«Mi» Simenon.

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Mi biblioteca (ala sur).

2 comentarios para Fred Vargas is a girl (y otras negritudes)

  1. 

    ¡Alto ahí, que hay importantes diferencias entre la novela negra y la policíaca! Por más que la policía sea un personaje imprescindible en el submundo social en el que bucea la primera, no es lo mismo, no es lo mismo. La novela negra americana de los años cuarenta -y sus versiones cinematográficas, con frecuencia tan brillantes- hizo por la sociología lo que no hacían los sociólogos.
    No me extiendo porque el blog es de usted y no mío, pero le aconsejo encarecidamente que dedique un verano a la Trilogía Americana (puñetas, no sé cómo se ponen las cursivas aquí) de James Ellroy, escrita hacia los años noventa.
    Termino con un ¡viva Fred Vargas!, que explora un camino original, inimitable, tan distante de las novelas «llegadas del frío» que tanto calientan al personal y que a este lector le dejan como gato a la intemperie.
    Le saluda un delincuente agradecido.

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