Archivos para Crisis

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Un conocido tertulio radiofónico se quejaba amargamente del reciente cambio horario. La queja, que comparto, se repite ritualmente cada año. «¡Nos roban una hora!», se dice. Pues sí. Nos la roban.

Pero es mucho más que eso: la modernidad (y su secuela: la post-eso-mismo), nos roba el tiempo a mansalva. Se refería a ello Manuel Arias, en su blog Torre de marfil (en «Revista de libros»), hablando de la polémica entre aceleracionistas y deceleracionistas (o lentificadores, si preferimos). Harmut Rosa

La aceleración es el meollo que explica la modernidad y, a la vez, la gangrena que amenaza con destruirla. De eso va el libro del sociólogo alemán Harmut Rosa, Social acceleration. A new theory of modernity. La sensación,  ya universal, de vivir en una carrera sin fin que no puede ganarse. El control del tiempo como clave de la organización social y también de poder y dominio. (¿Dónde se regula el tiempo más rígidamente que en las cárceles, los ejércitos y las escuelas?).

La necesidad de gestionar y coordinar varias cosas a la vez (y no estar loco): (i) nuestro tiempo cotidiano,

¿Cómo me organizo para terminar el informe para el cliente, llegar a tiempo al dentista, revisar mi muro de Facebook (¿el de las lamentaciones, tal vez?) y no perder mi hora de gimnasio?  Agobio. Continuar leyendo…

Ha sonado la hora de cierre en los jardines de Occidente…

La cita, casi una endecha, es del crítico literario inglés Cyrill Connolly, fundador de la revista Horizon. Data de 1949, con una Inglaterra exhausta y empobrecida por la guerra. Cioran, por cierto, la recuerda también en sus prolijos diarios. A la vista de lo que está pasando en el mundo, tiene un aire profético sobrecogedor. La cita completa es: «It is closing time in the gardens of the West and from now on an artist will be judged only by the resonance of his solitude or the quality of his despair».

Publicado en : «La Opinión de Málaga», el 15 de julio de 2011

Las malas noticias no nos dan tregua últimamente. Es una pena. Son tantas ya, y se suceden en lacerante cascada desde hace tanto tiempo, que solo los superhombres o los optimistas patológicos logran sobreponerse. Los demás vamos viendo con una aturdida mezcla de estupor y espanto como crece el mefítico cenagal en que se ha convertido el país.

La arrasadora crisis económica ­­es sin duda la tragedia más perentoria y la que más dolor les trae a tantos compatriotas nuestros que ni tienen trabajo, ni esperanzas de hallarlo. Pero no es lo peor. La crisis política y del Estado y la crisis moral de la sociedad son en realidad más graves porque, impidiéndonos mirar hacia al futuro, nos encierran en este pútrido presente en el que estamos metidos. Continuar leyendo…