Publicado en Málaga Hoy el viernes 6 de octubrede 2017.
Explorar la propia biblioteca depara, a veces, sorpresas maravillosas, como esta que comento:
Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:
TEXTO SENTIDO
Sanz Irles. Escritor
SIESTAS Y CADÁVERES
Hurgando al tuntún en mis estantes, he sacado una novela que ignoraba tener: Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, del mexicano Daniel Sada. Lo abrí, me encandilé con los dos primeros párrafos y decidí leerla, pero antes me paré a escribir este artículo, sin saber qué vendrá después ni si el resto estará a su altura:
Llegaron los cadáveres a las tres de la tarde. En una camioneta los trajeron —en masa, al descubierto— y todos balaceados como era de esperarse. Bajo el solazo cruel miradas sorprendidas, pues no era para menos ver así nada más paseando por el pueblo tanta carne apilada, ¿de personas locales? Eso estaba por verse. Y mientras tanto gritos por ahí, por allá, por lo demás, al fin, chiflo avisor que penetró a cuchillo en recintos tan íntimos como el de Trinidad, quien buscando frescura fue a tirarse gustoso al mosaico del baño, más resuelto que nunca a gozar de su siesta.
Cadáveres, solazo, México… Juan Rulfo sigue con nosotros.

Daniel Sada (1953-2011)
Primero, la voluntad estilística. Sada empieza con un suave hipérbaton: Llegaron los cadáveres. El verbo antes del sujeto; el español es una lengua SVO —sujeto, verbo, objeto—. Este guiño nos pasaría inadvertido, pues no es inusual, si no fuera confirmado tercamente por la segunda oración, que resulta así muy llamativa: En una camioneta los trajeron: otro leve hipérbaton donde el complemento precede al verbo; nada demasiado raro en sí, pero sumado al hipérbaton de la oración anterior manifiesta un evidente deseo del lenguaje por asumir protagonismo. El lector lo percibe. La repetición del desorden sintáctico capta su atención, incluso la de aquel a quien la gramática no se le da un ardite. Lean las primeras líneas dos o tres veces, mejor en voz alta, hasta como era de esperarse, y oirán el ritmo, reforzado por ese inciso percutor —en masa, al descubierto—, que se cierra con dos heptasílabos perfectos: y todos balaceados / como era de esperarse. El párrafo, por cierto, se cierra ¡con cinco heptasílabos más!
…quien buscando frescura / fue a tirarse gustoso / al mosaico del baño / más resuelto que nunca / a gozar de su siesta.
Fuerte contraste entre la imagen de unos muertos apilados y una plácida siesta: aviso de que la novela se adentrará en leyendas y ensoñaciones, donde tal vez la consciencia se tambalee a ratos ante el enérgico aguafuerte literario. El solazo cruel, un aumentativo-bofetón, es el puente entre lo escatológico y lo profano.
Ya veremos quién es Trinidad, el compadre que prefiere el duro frescor de las baldosas a la terneza del lecho, para aliviarse del solazo.
Contrastes, sí:
La de todos los días, en calzoncillos, la siesta ideal de casi media hora, mas cuando despertara habría de culminarla con un cigarro de hoja, fumárselo despacio, y entonces repensar, para darle cabida a tanta paradoja.
Tras la siesta casera —los calzoncillos son decisivos—, la filosofía. Uno sale del sopor para fumarse un puro y resolver paradojas. Siestas mágicas, sin duda.
Esta novela apareció en 1999. En los párrafos iniciales quedan aromas del realismo mágico, contimás —acepten el mexicanismo— que los ecos de Juan Rulfo son claros. Pero hay, sobre todo, una fascinante prosa. Ya veremos cómo acaba lo que tan bien empieza.