Heroicas mediocridades

5 noviembre, 2017 — Deja un comentario

Publicado en Málaga Hoy el viernes 27 de octubre de 2017.

El arte novelístico de Simenón es hipnótico para los lectores y ejemplar para los novelistas; por eso vuelvo a él una y otra vez.

2017_10_27_Heroicas mediocridadesPara quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto: 

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles 

HEROICAS MEDIOCRIDADES

A Simenon hay que volver siempre, sobre todo por sus personajes: seres anodinos abofeteados un buen día por fuerzas inexpugnables. De esas bofetadas, que los llevan a realizar actos extraordinarios, nacen sus historias. Hay mucho de Balzac en Simenon. También sucede así en El tren, una de sus novelas-novelas, como él mismo llamaba a las que no eran de la serie Maigret.

Le trainEstalla la segunda guerra mundial. Belgas y franceses del norte huyen del apocalipsis que se acerca. Entre ellos está Marcel Féron, un pequeño comerciante que repara radios.

…yo no era ni un hombre desgraciado ni un hombre triste. A los treinta y dos ya había cumplido con creces todos mis planes, todas mis esperanzas.

Mediocridad. Huye en un tren que pronto se torna fantasmagórico y sin destino, y allí el azar lo separa de su mujer e hija. Entonces se echa en brazos de una joven desconocida que también va en el tren. Marcel siente la conmoción del momento histórico:

 

Aquella guerra […] era un asunto personal entre el destino y yo […] tuve la impresión de que la guerra me daba una nueva oportunidad.

El tren es, entre más cosas, la historia de la relación entre Marcel y Anna, hecha de timideces, de miradas, de silencios contados por el propio Marcel, que ya hacia el final revela por qué decidió escribirla:

Mi hijo, y quizá también mis hijas, se enterarían así de que hubo en mí otro hombre y que durante unas semanas fui capaz de vivir una verdadera pasión.

Y es que los personajes de Simenon raramente son héroes por mucho tiempo; por eso Marcel abandonó a Anna y volvió con su familia:

…ahora tengo un despacho y una tienda con dos escaparates […] Tengo tres hijos que van haciéndose mayores. […] Retomé mi vida en el punto en que la había dejado, como era mi deber, mi destino…

Esa historia nos llega con la habitual prosa a dieta de Simenon. Lenguaje directo, tramas rectilíneas, adjetivación escueta pero precisa. Observemos:

Las lágrimas le acudían a los ojos porque estaba preocupado, y quizá tenía necesidad de sentirse desgraciado. Eso no le impidió arrojarse sobre los bocadillos que unas jóvenes llevaban de un vagón a otro en grandes cestas.

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Cartel de la película Anna Kauffmann, basada sobre la novela de Simenon.

Sublime sencillez (así la definió Camilleri). Prosa de tiralíneas y, a la vez, ese irónico salto de la psicología a la manduca, para no acabar como Rocinante, en su diálogo surrealista con Babieca:

—Metafísico estáis.

—Es que no como.

La escritura de Simenon brilla como una supernova en las descripciones de la naturaleza, algo con frecuencia tedioso en muchas novelas. En él, la combinación de brevedad, imaginación y palabras justas nos produce genuino asombro, como aquí, frente al mar:

El agua era del color del cielo y, como reflejaba la luz y el sol, estaba a la vez arriba y abajo, ya no había ningún límite y la palabra infinito acudió a mi mente.

Las novelas de Simenon, con el estilo de Simenon, son de las experiencias literarias más envolventes y accesibles que imaginarse pueda. Hay que volver siempre a Simenon.

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Simenon

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