Defecaciones literarias

11 julio, 2014 — 13 comentarios

«Cagadas literarias» podría haber sido el título de esta pieza, pero hoy tenía el día finolis.

Cotejando traducciones del Ulises me topé el otro día con una célebre escena en la que el entrañable Leopold Bloom se refugia en su retrete (un útil galicismo, este) para cagar y, al mismo tiempo, ¡cómo no!, leer el periódico. La cotidiana escena, que Joyce universaliza con su talento insultante, me recordó otra de similar jaez inventada por otro escritor irlandés que admiro, John Banville, y entonces me puse a pensar en cómo y cuándo la literatura de todos los tiempos se ha ocupado en escudriñar nuestras defecaciones, en mirar por el ojo de la cerradura nuestro más íntimo obraje, y me vinieron rápidamente a la cabeza unos cuantos escritores que se lo han trabajado. De ellos voy a dar breve noticia.

Es sólo un apunte, claro está. Si hurgásemos, nos saldrían, con seguridad, cientos, y hasta miles, de escritores y obras que han tratado el asunto. Me conformaré con mucho menos.

sanchopanzaPrimero, el Quijote, que no es mala cosa empezar acogiéndose a sagrado. En el capítulo XX nos encontramos con una hilarante situación que sólo alguien como Sancho podía protagonizar en toda su chusca turbación:

En esto, parece ser, o que el frío de la mañana, que ya venía, o que Sancho hubiese cenado algunas cosas lenitivas, o que fuese cosa natural (que es lo que más se debe creer), a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo. Pues pensar de no hacer lo que tenía gana, tampoco era posible; y así, lo que hizo, por bien de paz, fue soltar la mano derecha, que tenía asida al arzón trasero, con la cual, bonitamente y sin rumor alguno, se soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenían, sin ayuda de otra alguna, y, en quitándosela, dieron luego abajo, y se le quedaron como grillos; tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo, y echó al aire entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. Hecho eso (que él pensó que era lo más que tenía que hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia), le sobrevino otro mayor, que fue que le pareció que no podía mudarse sin hacer estrépito ni ruido, y comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros, recogiendo en sí el aliento todo cuanto podía; pero, con todas estas diligencias, fue tan desdichado, que al cabo al cabo vino a hacer un poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo. Oyólo don Quijote, y dijo:

―¿Qué rumor es ése, Sancho?

―No sé, señor ―respondió él―. Alguna cosa nueva debe de ser; que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco.

Tornó otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien, que, sin más ruido ni alboroto que el pasado, se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado. Mas como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos, y Sancho estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo excusar de que algunos no llegasen a sus narices; y apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas entre los dos dedos, y, con tono algo gangoso, dijo:

―Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.

―Sí tengo ―respondió Sancho―; mas ¿en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca?

―En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar ―respondió don Quijote.

Veremos después como esa imagen cervantina de los vapores subiendo en línea recta aparece recurrentemente.

Nuestro inverecundo Quevedo escribió Gracias y desgracias del ojo del culo, obrilla dirigida “a Dª Juana Mucha, montón de carne, mujer gorda por arrobas”.

Como vemos, había en su tiempo la misma mala leche que hay hoy, pero sin nuestros dengues y melindres de corrección política.

¿Y que decía del culo? Pues que, de todas las partes del cuerpo, era la más perfecta y mejor colocada

… pues su forma es circular, como la esfera… Su sitio es en médio, como el del sol; su tacto es blando, tiene un solo ojo, por lo cual algunos le han querido llamar tuerto, y si bien miramos por eso debe de ser alabado, pues se parece a los cíclopes…

Más adelante nos recuerda Quevedo una antigua declaración de amor: Más te quiero que á una buena gana de cagar. Una variante, más acertada, de este piropo, se la oí yo a un rústico mulero en la zona en la que transcurrió, hace muchos años, mi corretona infancia: Te quiero más que a un buen cagar.

Sólo quien se haya visto en el agónico trance de notar cómo, repentina y traicioneramente aprieta el enemigo, sin que se tenga a tiro un retrete en el que poder obrar con el mínimo decoro, y se aligera el paso mientras se aprieta el esfínter (y nos invade el miedo y la agonía) para encontrar un bar ―«¡Un bar, por piedad!»― que no aparece; y sólo cuando ya nuestra rendición y nuestro infinito oprobio parecen inminentes encontramos por fin la salvación y nos encerramos a toda prisa y nos bajamos los pantalones y nos sentamos y, ¡ahh!, ¡ohh!, por fin… nos dejamos ir… sólo entonces entendemos las múltiples formas del Paraíso y la gran verdad que encierra ese decir popular: ¡Te quiero más que a un buen cagar!

Ahonda después Quevedo en la naturaleza del pedo y nos habla, casi con arrobo, de la merdífica materia, el cular orificio y el

…aire salitroso, que al menor esfuerzo rompe todas las visagras merdosas. He aquí, hermanos carísimos, el admirable origen de un pedo, ese céfiro bienhechor que atraviesa sin agujerear y que se deja oir sin llamar.

El pedo: ¡Un céfiro bienhechor! ¿Hay quién dé más en tan pocas palabras?

VargasMadrastraPero no sólo nuestros clásicos, con su conocido tono burlón, han entrado en la materia. Vargas Llosa, en su Elogio de la madrastra, nos regala unas largas reflexiones de las que ofrezco un breve fragmento en el que se subraya la sensualidad inherente a la defecación, freudianamente entendida como fuente de placer:

Don Rigoberto sonrió, contento. «Cagar, defecar, excretar, ¿sinónimos de gozar?», pensó. Sí, por qué no. A condición de ha­cerlo despacio y concentrado, degustando la tarea, sin el menor apresuramiento, demo­rándose, imprimiendo a los músculos del intestino un estremecimiento suave y sos­tenido. No había que ir empujando sino guiando, acompañando, escoltando gracio­samente el desliz de los óbolos hacia la puerta de salida. Don Rigoberto volvió a suspirar, los cinco sentidos absortos en lo que ocurría dentro de su cuerpo. Casi podía ver el espectáculo: aquellas expansiones y retracciones, esos jugos y masas en acción, todos ellos en la tibia tiniebla corporal y en un silencio que de cuando en cuando in­terrumpían asordinadas gárgaras o el ale­gre vientecillo de un cuesco.

De pedos, heces y cagares la literatura se ha ocupado siempre, como ya hemos visto. No sólo la popular, incluyendo las variantes chabacanas, tan propensas a veces a las bromas chuscas, sino también la gran literatura, la consagrada, la fetén.

Oigamos a James Joyce (los que aborrezcan el inglés que no padezcan; hay traducción de todos los fragmentos originales):

asquatAsquat on the cuckstool he folded out his paper turning it pages over on his bared knees. Something new and easy. No great hurry. Keep it a bit. Our prize titbit. Matcham’s Masterstroke. Written by Mr. Philip Beaufoy, Playgoers’ club, London. Payment at the rate of one guinea a column has been made to the writer. Three and a half. Three pounds three. Three pounds thirteen and six.

Quietly he read, restraining himself, the first column and, yielding but resisting, began the second. Midway, his last resistance yielding, he allowed his bowels to ease themselves quietly as he read, reading still patiently that slight constipation of yesterday quite gone. Hope it’s not too big bring on piles again. No, just right. So. Ah! Costive one tabloid of cascara sagrada. Life might be so. It did not move or touch him but it was something quick and neat. Print anything now. Silly season. He read on, seated calm above his own rising smell.

El argentino Salas Subirats lo traduce así:

Acurrucado en el asiento desdobló su periódico dando vueltas las páginas sobre sus dobladas rodillas. Algo nuevo y fácil. No hay gran apuro. Aguanta un poco. Nuestro trozo premiado. El golpe ministro de Matcham. Escrito por el señor Philip Beaufoy, club de teatrómanos Playgoer, Londres. El autor ha recibido a razón de una guinea por columna. Tres y media. Tres libras, tres, Tres libras trece seis.

Leyó tranquilamente, reteniéndose, la primera columna y cediendo pero resistiendo, comenzó la segunda. A la mitad, cediendo su última resistencia, permitió que los intestinos descargaran calmosamente mientras leía, leyendo todavía pacientemente ese ligero estreñimiento de ayer completamente desaparecido. Espero que no sea demasiado grueso y remueva las hemorroides de nuevo. No, sólo lo necesario. Así. ¡Ah! Estreñido una tableta de cáscara sagrada. La vida podría ser así. No lo agitó ni emocionó, sino que fue algo rápido y limpio. Imprimen cualquiercosa ahora. Tonta temporada. Siguió leyendo, sentado en calma sobre su propio olor ascendente.

J. M. Valverde lo ve de esta otra forma:

Encuclillado sobre la tabla redonda desplegó el periódico, pasando las hojas sobre las rodillas desnudas. Algo nuevo y fácil. No hay mucha prisa. Retenerlo un poco. Nuestra colaboración premiada. El golpe maestro de Matcham. Escrito por el señor Philip Beaufoy, Club de los Espectadores, Londres. Al autor se le ha pagado a razón de una guinea por columna. Tres y media. Tres libras con tres. Tres libras, trece con seis.

(Ahora el avance y las paradas de las heces siguen, a caballo entre el placer y el esfuerzo por controlarlas, el ritmo de la lectura del periódico).

Tranquilamente leyó, conteniéndose, la primera columna, y cediendo pero resistiendo, empezó la segunda. A medio camino, rindiendo su última resistencia, permitió a sus tripas liberarse tranquilamente mientras leía; aún leyendo pacientemente, ese ligero estreñimiento de ayer ha desaparecido del todo. Espero que no sea demasiado grande no vuelvan las almorranas. No, exactamente lo conveniente. Así. ¡Ah! Estreñido. Una tableta de cáscara sagrada. La vida podría ser así. No le conmovía ni afectaba pero era algo vivo y bien arreglado. Imprimen cualquier cosa ahora. Temporada estúpida. Siguió leyendo sentado en calma sobre su propio olor que subía.

Fco. García Tortosa y Mª Luisa Venegas nos proponen esto:

En cuclillas sobre el banquillo de escarnio desdobló el periódico, pasando las páginas sobre las rodillas desnudas. Algo nuevo y fácil. No hay prisa. Aguántatelo un poco. Cuento premiado titbit: “El golpe magistral de Matcham”. Escrito por Mr. Philip Beaufoy, del Club de Amigos del Teatro, de Londres. A razón de una guinea la columna se ha pagado al escritor. Tres y media. Tres libras con tres. Tres libras, trece con seis.

Plácidamente leyó, conteniéndose, la primera columna y, cediendo pero resistiéndose, comenzó la segunda. A la mitad, cediendo su última resistencia, permitió que el vientre se vaciara plácidamente mientras leía, leyendo aún pacientemente el ligero estreñimiento de ayer completamente desaparecido. Espero no sea demasiado grande vuelvan de nuevo las hemorroides. No, lo justo. Así pues. ¡Ay! Estreñido. Una tableta de cáscara sagrada. La vida podría ser así. No le afectaba ni le emocionaba pero era algo ligero y bien cuidado. Publican cualquier cosa ahora. Qué estación más tonta. Siguió leyendo, sentado calmoso sobre su propio tufo ascendente.

Aunque sea salirnos del tema, es este un buen momento para llamar la atención, aunque sin entrar en su análisis (lo haré en otro post, más adelante) en las diferencias existentes entre las distintas traducciones del Ulises.

Tabla DFECACIONES

 

 

Japhouse

En esta escena, por cierto, se observa que el retrete no está en el interior de la casa, sino fuera, en el jardín, lo cual no por infrecuente hoy día es una idea peregrina. En un curioso ensayo sobre los japoneses y su sentido de la belleza, titulado Elogio de las sombras, Junichiro Tanizaki (autor de algunas novelas inolvidables, como Naomi, una extraña mezcla de femme fatal y Lolita a la nipona manera), tras expresar su disgusto ante los modernos cuartos de baño revestidos con azulejos de horrible brillo, frente a la nobleza de las maderas con las que solían construirse en Japón, nos dice que:

…el retrete japonés es un lugar de reposo espiritual. Siempre se halla fuera del cuerpo principal de la casa, en un huerto fragante de hojas y musgo. No hay palabras que puedan describir la sensación de estar sentado en la tenue luz, gozando del suave brillo que refleja el shoji (1), entregado a la meditación o contemplando el jardín. El novelista Natsume Soeki concebía sus excursiones matutinas al retrete como un gran placer, “una delicia psicológica” las llamaba. Y seguramente no hay mejor lugar para degustar ese placer que un retrete japonés, donde, rodeado de plácidas paredes y delicadas maderas, contempla uno los azules cielos y las verdes hojas.

Terminaré esta breve y letrada incursión por la merdífica materia refiriéndome al irlandés John Banville. En su Athena leemos este pasaje de tono coprofílico y mirón en el que no puedo no imaginarme a Banville sin tener en la cabeza la escena del Ulises:

…she hitched up her shirt and sat down on the lavatory and perched there for a minute, intent and still, her grey eyes fixed on emptiness, like an animal pausing on a forest track to drop its mark. A spasm of effort crossed her face and she was done. She wiped herself twice, briskly, and stood up. The cistern wheezed and gave its cataclysmic gasp. Her smell came to me, acrid and spicy and warm, and my stomach heaved languidly.

Mi traducción, a vuela pluma, es esta:

…se subió la camisa, se sentó en el retrete y permaneció allí posada durante un minuto, decidida y callada, los ojos grises fijos en la nada, como un animal detenido en un sendero del bosque para soltar su marca. Un espasmo de esfuerzo atravesó su rostro y todo terminó. Se limpió dos veces, con energía, y se levantó. El retrete resolló y emitió su cataclísmica bocanada.  Su tufo llegó hasta mí, acre y especiado y caliente, y mi estómago sintió lánguidas arcadas.

También aquí tenemos el olor punzante y la idea de Tanizaki: cagar, como ese momento fuera del tiempo en el que quedamos suspendidos, a merced de todo, como hipnotizados contemplamdo el universo.

(1) Paneles de papel que sirven de paredes y de puertas correderas.

 

Junichiro Tanizaki, In praise of shadows. Leete’s Island Books, 1977. ISBN: 0-918172-02
James Joyce, Ulysses. Alma Classics 2012 (Based on the 1939 Odyssey Press Edition). ISBN: 978-1-84749-217-38407
James Joyce, Ulises. Traducción de José María Valverde. De Bolsillo, 2005 ISBN: 84-9793-096-7
James Joyce, Ulises. Traducido por J. Salas Subirat. Brontes, S.L. 2009. ISBN: 978-96975-27-9
John Banville, Athena. Vintage International, 1996. ISBN: 0-679-40521-6

13 comentarios para Defecaciones literarias

  1. 

    Existe una escena memorable en «Palinuro de México» del maestro Fernando del Paso, cuyo capítulo que la contiene es «En nombre de la ciencia». Extraordinaria

  2. 

    Me quedo con las de Cervantes y Quevedo, por gozadoras y las de Junichiro Tanizaki, por explicativas, según recuerdo: eliminar las impurezas o toxinas del cuerpo no es más que un ritual purificador, según los japoneses, No hallo razón alguna para no celebrarlo como se debe entonces. Maravilla de crónica y prosa. Gracias.

  3. 

    Muy buenas cagadas ilustradas, especialmente la de Bloom.

  4. 
    Elizabeth Pereyro 12 julio, 2014 a las 3:27

    ¡Muy copado tu blog..! ¡Bien Ahi!, ¡como dicen algunos entre pocos de los muchos..! ojala algun dia yo pueda redactar asi!. ya que seria, en tal, sin titulos que me respalden, predeciblemente hasta estos momentos.

  5. 
    Gloria Guerrero 12 julio, 2014 a las 2:26

    Nunca el tema escatologico me había hecho sentir tan agradada! Gracias por escribirlo nutrirlo recrearlo expresarlo literariamente de manera correcta ademas de recordarme humana viviendo experiencias comunes

  6. 

    MUY DIVERTIDO, A PESAR DE HABER LEIDO EL QUIJOTE EN MI JUVENTUD, NO RECORDABA EL PASAJE AQUI REFERIDO. Y EL RESTO TAMBIEN, ADEMAS DE LOS COMENTARIOS DEL AUTOR. ME ALEGRO LA TARDE. GRACIAS.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s