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Capítulo primero

2 diciembre, 2016 — Deja un comentario
Publicado en Málaga Hoy el viernes 2 de diciembre de 2016.

Al empezar una novela hay que abandonar un mundo para entrar en otro.

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Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles 

CAPÍTULO PRIMERO

El comienzo de una novela es un umbral. Lo cruzamos para abandonar el mundo real y entrar en el inventado. Transición. Alea iacta est. Para empezar hay que familiarizarse con la voz, el léxico y la catadura sintáctica del escritor; adaptación a un mundo nuevo.

En Karnaval, de Juan Francisco Ferré, el narrador nos previene desde el principio:

…adoptaré muchas formas, pero me reconocerán enseguida. Mi voz será mi contraseña…

Su astuta estrategia para introducirnos en la novela es metanarrativa y malévola. Matanarrativa, porque empieza planteándonos un problema —El Problema— de técnica novelística: ¿quién narra? Malévola, porque el narrador esparce a sabiendas confusión sobre sí mismo:

¿Quién soy yo? En una buena pregunta para empezar. Ni yo mismo lo sé, pero tampoco importa mucho.

Podemos llegar a creer en su modestia tras este arranque y compadecernos de su identidad zozobrante, pero sobrevienen las dudas cuando el narrador insiste:

Yo no soy importante. A quién le importa quién habla aquí […] quién pueda ser yo, quién pueda decir que soy, importa mucho menos…

Demasiada porfía para no ser sospechosa. El propio narrador refuerza la sospecha al señalarnos, certero, la gran frontera entre realidad y relato: lo que soy y lo que digo que soy, bien pudieran no ser la misma cosa.

He tenido muchas vidas. Muchos nombres

…añade, dándole la vuelta a San Marcos 5:9 –Mi nombre es Legión, pues somos muchos. Después remata significativamente: Soy ahora un principio de perplejidad, que subraya su voluntad de seguir entre neblinas, pero que nos permite entrever algo, un fanal en la bruma: estamos ante un narrador intelectual; los ordenanzas o los taxistas no son perplejidades, simplemente dudan. Karnaval comienza suscitando preguntas sobre la fiabilidad del narrador y sobre el grado de credulidad que vamos a concederle. Nos recibe en su historia como Drácula recibió a Harker en su castillo: Bienvenido a mi casa. Entre libremente, por su propia voluntad. Luego vinieron las hemorragias.

Rafael García Maldonado adopta en La guarida otra estrategia y nos propone tres comienzos, porque para qué cicatear.

Empieza recurriendo a un cronista, un transcriptor, un Cide Hamete Benengeli, que —nos dice— va a presentarnos el relato autobiográfico de Martín, quien, a su vez, nos contará la historia de otros dos personajes. El laberinto narrativo está servido. Te digo que dicen que han dicho… Alguien va a escribir lo que otro escribió sobre otros. El novelista rehúsa darnos papilla. Es menester masticar si queremos sacarle el mucho jugo que tiene la novela.

Este transcriptor ya nos advierte de que no será sólo eso:

Este relato, aderezado en parte por mis notas…

Después, un segundo comienzo donde ya escribe el transcripto (¡vivan las consonantes dobles!). Este preámbulo acaba con un asomo de prolepsis (flash-forward en moderno) que nos anticipa el futuro de la historia:

…ignora que tiene por delante casi cinco años de encierro.

Por fin, arrastrados por el pescuezo al laberinto, llegamos al tercer comienzo, el de la historia que justifica la novela, del que consigno esto:

Todo el mundo debería morirse […] en el sillón donde tanto se ha leído.

Un novelista, ya lo vemos, es también un estratega, quod erat demonstrandum.