Archivos para 30 November, 1999

Bisturí

29 octubre, 2016 — 2 comentarios
Publicado en Málaga Hoy el viernes 28 de octubre de 2016.

Leer catorce versos en tres horas. Explicación de una lectura.

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Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

BISTURÍ

Hace poco hablé de un poema. Dije que había estado con él tres horas y me han preguntado cómo se tarda tanto en leer catorce versos. He aquí la explicación:

Al primer vistazo el poema me gustó y cuando esto ocurre me vuelvo minucioso. Primero lo leí unas cuantas veces más, puede que hasta quince, siempre en voz alta, deambulando por la casa con el libro en la mano, como un orate; declamándolo con mucha variedad de tonos, como un actor que ensaya y a veces sobreactúa. Ya intimista, ya histriónico, ya épico, ya Actor’s Studio (rascándome la oreja y tal). Se trata de amasar el sonido, de que la voz materialice la poesía: es mi obrador fónico. De pronto hay dos poemas: uno, en el papel; otro, en el aire. La lectura —su ritmo, cesuras, énfasis— le va dando distintos visos, sin que deje de ser el mismo. En esos paseos vociferantes, que inquietan a los perros, memorizo el poema sin proponérmelo.

Me gusta la métrica —pizca de autocontrol en la libérrima creación— y siempre miro los poemas también por ese lado. Dominaban los versos alejandrinos (catorce sílabas), pero quise saber más y consulté mi Manual de métrica española de Varela, Moíno y Jauralde, pues del alejandrino hay mucho que decir. ¿Qué cadena rítmica? ¿Enfático o melódico? ¿Heroico, sáfico, vacío, pleno, puro…(se cuentan hasta 59 variaciones). También me fijé —en realidad ya lo había hecho durante las repetidas lecturas— en las sinalefas, hiatos y otros recursos para la escansión.

Poco sabía del autor, Cobos Wilkins, y aunque no leo literatura biográficamente (para leer no suele importarme la vida del escritor) quise saber más, así que dediqué unos minutos a escrutar Internet y husmear en su perfil público.

Lo que el poema dice (no el autor, repito), es decir, las ideas que expresa, las sensaciones que pretende transmitir, las que en realidad transmite, las referencias, guiños, claves culturales, paraliterarias y metaliterarias… todo eso llovizna sobre uno a medida que lee, pero le presto más atención tras haber realizado las operaciones anteriores.

Ya el primer verso (El mundo se derrumba y tú escribes poemas) me cogió por las solapas. Un déjà vu que no pude concretar hasta que llegué al verso duodécimo (Este no es el comienzo de una hermosa amistad) y se hizo evidente la referencia: la escena final de Casablanca. Para recordarla con detalle busqué ese fragmento en Youtube y después toqueteé con el saxo algo de la inolvidable As time goes by (que muchos conocen por Play it again, Sam).

Hurgué luego en mis estantes, para encontrar otros poetas españoles vivos que se ocupen del cine. El dandi Luis Alberto de Cuenca, por ejemplo.

Estos versos limitan al Norte con el cine

de gángsters…

La referencia culta a La pietà me llevó a refrescar las hermosas imágenes de las varias que se conservan por el mundo. Pasé cerca de media hora mirando, ensimismado, láminas y fotos. Por último me eché en el sofá y, con los versos en la cabeza, me dediqué a pensar, como el propio poema, en el arte y el tiempo y la impotencia y la ira, hasta que mi telúrica mujer me trajo de vuelta al mundo.

 

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Pietá Rondanini

 

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Pietà del Vaticano

Procaces albornoces

25 octubre, 2016 — Deja un comentario
Publicado en Málaga Hoy el viernes 21 de octubre de 2016.

Es muy centroeuropea y muy especial y muy morbosa y muy médica y muy burguesa y muy nostálgica y muy sensual. Es la novela de balneario.

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TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

PROCACES ALBORNOCES

Los lugares de veraneo y su extensión morbosa, los sanatorios de aguas salutíferas, tienen su propio subgénero: la novela de balneario. La dama del perrito (Chejov), El jugador (Dostoievski), Verano en Baden-Baden (Tsypkin) y, claro, Thomas Mann, que con La montaña mágica y La muerte en Venecia es el rey del mambo del subgénero. Hors catégorie, Proust. De las nuestras recuerdo Un viaje de novios (naturalismo pacato), de Pardo Bazán, y Pabellón de reposo, de Cela, que no son gran cosa.

Mihail Sebastian fue un escritor rumano y judío que admiro. Vivió en un Bucarest convulso y compartió veladas y amistad —luego truncada— con Cioran (pronúnciese Chorán) y con Mircea (pronúnciese Mircha) Eliade. Su Diario de los años fascistas es atronador y debe leerse. En 1933 escribió Mujeres. La he vuelto a hojear y advierto que la primera de sus cuatro historias pertenece al subgénero.

Las relecturas permiten mayor atención a los detalles y he disfrutado con las piruetas de la novela, que salta de la metafísica irónica:

Y si, por casualidad, la eternidad tuviera el sabor de esta sobremesa

a la psicología galante:

—No cabe duda, señora Bonneau: es muy hermosa.

—No, querido amigo. Solo muy serena.

Los balnearios propician amoríos ilícitos. No debe haber novela de balneario sin un adulterio, soñado o consumado, entre caldas u hontanares, playas desiertas o terrazas donde vortiginosos albornoces nos asoman a turbadoras desnudeces tísicas. También hay esputos.

Renée Rey tiene un cuerpo feo, manos muy delicadas […] piernas asustadizas […] y los ojos sombríos.

—Renée, eres la mujer más desnuda del mundo.

[…] estar desnudo no significa estar sin ropa. Hay mujeres desnudas y mujeres sin ropa.

Adulterio es igual a triángulo escaleno, pues los lados son desiguales. (¿Hay una geometría euclidiana de esto? ¿Adulterios obtusángulos y el coseno de los cuernos?). Veamos cómo nace el polígono. El marido les pide que posen para una foto y el galán sondea:

—Si hay que hacer una escena de película —susurra Valeriu—, yo preferiría, señora, una de amor.

Ha hecho el comentario como de pasada […] para poder convertirlo fácilmente en una broma si es necesario.

Renée sonríe como por casualidad y no responde nada.

No responde, pero los lectores vemos ya asomar dos bultos en las sienes del inminente cornalón.

Mihail Sebastian engasta los matices, como en esta descripción (en la que anida la voz de Simenon):

Las ventanas del hall están abiertas, dentro se oyen voces familiares. Se ve, al trasluz, el humo azulado del tabaco […] los reflejos del lago a lo lejos tienen algo de fijo, de dominante.

A la suave ondulación del humo se contrapone la quietud —que columbramos también azulada— de las aguas y emerge un hipnótico equilibrio sobre el que flotan voces.

Como se lee en la cautivadora La ciudad de las acacias, Mihail Sebastian ve a las mujeres con intensa hondura masculina, o sea, con ternura recelosa. En la primera historia de Mujeres se aprovecha de algunas características del subgénero para tener ya hecho el marco de la historia y concentrarse así en sus penetrales. Lo hace de maravilla.

Alas y plumas

14 octubre, 2016 — Deja un comentario
Publicado en Málaga Hoy el viernes 14 de octubre de 2016.

Escribir, volar, leer.

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TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

ALAS Y PLUMAS

No creo que la aeroliteratura tenga que ver con las soflamas futuristas de Marinetti:

Nosotros queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad… Queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo… Queremos glorificar la guerra, única higiene del mundo.

Más bien se debe a impulsos líricos y épicos encadenados al vuelo desde lo de Ícaro; cuando el escritor es aviador, también hay estremecimientos técnicos. Lírica, épica y técnica aparecen en el sobrevalorado Vuelo nocturno, de Saint-Exupéry:

Las colinas, bajo el avión, cavaban ya su surco de sombra en el oro del atardecer. Las llanuras se volvían luminosas, pero de una luz inagotable…

Los ocasos dorados pronto dejan entrever un venero épico:

Al descender sobre San Julián, con el motor al ralentí […] parecía un conquistador que, en el crepúsculo de sus andanzas, se asoma a las tierras del imperio y descubre la humilde felicidad de los hombres.

Y por fin lo técnico, casi —ahora sí— futurista y mucho mejor que lo del oro vespertino:

Los quinientos caballos del motor engendraban en la materia un fluido muy suave, que cambiaba su hielo en carne aterciopelada.

Recordemos lo de Gómez de la Serna y las grandes máquinas:

¿Qué caracol es comparable, joyeleros poéticos y ruines sensibleros […] a una gran turbina que es un maravilloso caracol del artificio…?

Hay en los aviadores un arrobamiento poético ante la técnica, nacido del júbilo de saberse con los conocimientos para realizar un acto que violenta la condición humana: volar. En Despegando la sombra del suelo, Daniele del Giudice habla con una tensión que un piloto reconoce de inmediato:

La carrera de despegue es una metamorfosis; he ahí una porción de metal que se transforma en aeroplano merced al aire; cada carrera de despegue es el nacimiento de un aeroplano.

Otro ángulo de ataque (jerga aeronáutica, ya puestos) nos lo da James Salter, piloto de combate, en The Hunters:

Y entonces fue todo embriagador. El suave despegue y el sentimiento de libertad de ver el mundo desprenderse y alejarse. Poco después de abandonar la tierra, cruzamos parches de estratos, pesados y blancos como glaciares, que se extendían por los valles.

Mas no solo los pilotos escriben de aviones. Saúl Bellow, un titipuchal de estilo, escribe en El viejo sistema:

… cuando vio el suelo inclinarse y el avión elevarse desde la pista, se dijo a sí mismo con palabras claras: Shema Yisrael. ¡Escucha, oh Israel, sólo Dios es Dios! Por la derecha Nueva York se escoraba colosalmente hacia el mar y el avión, con una sacudida de sus ruedas retráctiles, viró hacia el río.

James Wood sospecha, y ya es sospechar, que las recurrentes menciones de sus vuelos querían poner de manifiesto lo que él, Bellow, veía como su gran ventaja sobre los maestros del pasado —Tolstoi, Melville—, que nunca vieron el mundo desde el cielo. No doy un duro por la interpretación de Wood, pero la consigno por su originalidad.

Muchos aviadores han dejado escritas sus historias. Yo mismo tengo empezada una novelita corta sobre las peripecias de un instructor de vuelo en un aeroclub, pero esa es otra historia.

EIL

2 octubre, 2016 — Deja un comentario
Publicado en Málaga Hoy el viernes 30 de septiembre de 2016.

Elegir quién cuenta una historia es una de las primerísimas tareas del escritor. Una vez elegido el narrador o los narradores, hay que decidir de qué manera la cuentan.

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TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

EIL

Así empieza El violín de Rothschild, de Chejov. (La numeración es mía):

(1) Érase un pequeño pueblo, menos que una aldea, habitado mayormente por viejos; (2) estos se morían tan de tarde en tarde que resultaba un verdadero fastidio. (3) El hospital y la cárcel necesitaban muy pocos ataúdes. (4) En una palabra: el negocio iba mal.

El cuento es tan rico como breve. Un viejo carpintero odia a los judíos, toca el violín y vive lamentando sus pérdidas económicas —después intuiremos que son también de otra especie—. Al morir su mujer recupera el recuerdo de una hijita muerta que había apartado de su memoria para protegerse del dolor. Antes de morir él regala su violín a un flautista judío. Entre esa escueta osamenta de sucesos, todo lo demás.

Estoy con Amos Oz: lo asombroso del cuento es su milimétrico equilibrio entre lo ridículo y lo desgarrador. Si lo leen, lo verán enseguida.

Este llamativo comienzo es interesante por representar una forma extrema del llamado estilo indirecto libre (EIL). En esta manera de contar historias, el narrador se zambulle dentro del personaje y usurpa su voz. Otra forma de verlo es al revés: más que ser poseído, el personaje se rebela y destierra al narrador tradicional. Pero esa distinción entre voces (focalizaciones, si nos ponemos estupendos) no es siempre evidente; no siempre hay certeza de quién habla; la voz que cuenta la historia va y viene de uno a otro; hay pelea entre narradores, un quítate tú para ponerme yo.

He dividido el párrafo en cuatro partes. En la primera habla un narrador externo. En la segunda y la cuarta oímos al viejo cascarrabias quejándose de su suerte; esas valoraciones de lo contado —un verdadero fastidio y el negocio iba mal— nos chivan el cambio de voz. En la tercera parte podemos oír a quien nos dé la gana. Los vaivenes entre narrador y personaje se producen sin previo aviso.

Flaubert nos da un ejemplo más claro de este recurso en Madame Bovary. Las partes en naranja son la voz de la protagonista:

Dejó la música. ¿Para qué tocar? ¿Quién iba a escucharla? Ya que nunca iba a poder dar un concierto en un piano de Erard vestida con un traje de terciopelo con manga corta dejando correr los dedos ligeros sobre las teclas de marfil […] no valía la pena molestarse en estudiar. Metió en el armario las carpetas de dibujo y su labor de tapicería. ¿Para qué? ¿A santo de qué? La costura la ponía nerviosa.

Las minúsculas podrían ser la voz de un narrador externo, pero impregnada del personaje, que parece articular sus pensamientos. Oímos a uno, a otro y hasta a los dos a la vez de manera maravillosamente difusa. La narración flota, fluctúa, es todo menos plana y lineal. Andamos cerca del monólogo interior y del flujo de conciencia. Otras técnicas, otro asunto.

El estilo indirecto libre nos recuerda que un novelista trabaja, al menos, con tres lenguajes: el suyo, el de los personajes y el del mundo, que prefigura la historia antes de ser escrita. El buen novelista hace con ellos juegos malabares, sin que ninguno se le caiga.

A los cuarenta

24 septiembre, 2016 — Deja un comentario
Publicado en Málaga Hoy el viernes 23 de septiembre de 2016.

Donald Justice es uno de mis poetas favoritos. Ojalá vean por qué.

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TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

A LOS CUARENTA

Hace unas noches, tras cumplir gayamente con el ínclito débito, leí poemas de Donald Justice (Florida 1925 – Iowa 2004). Su sencillez y su contenido lirismo me asombran cada vez, y me conmueven.

Men at forty
Learn to close softly
The doors to rooms they will not be
Coming back to.

At rest on a stair landing,
They feel it
Moving beneath them now like the deck of a ship,
Though the swell is gentle.

And deep in mirrors
They rediscover
The face of the boy as he practices trying
His father’s tie there in secret

And the face of that father,
Still warm with the mystery of lather.
They are more fathers than sons themselves now.
Something is filling them, something

That is like the twilight sound
Of the crickets, immense,
Filling the woods at the foot of the slope
Behind their mortgaged houses.

1967

Comparto mi traducción del maravilloso Los hombres, a los cuarenta.

Los hombres, a los cuarenta,
aprenden a cerrar con sigilo
las puertas de los cuartos
a los que ya no volverán.

Justice, como DanteNel mezzo del cammin di nostra vita—, sabe que ha llegado al parteaguas de la vida, al día a partir del cual los horizontes de popa son más anchos ya que los de proa. Recordamos también el cuarto verso de Límites, de Borges: …hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo. 

De pie en el rellano de la escalera,
lo notan ahora
moverse bajo sus pies, como a bordo de un barco,
aunque es suave el balanceo.

¿Qué es ese lo? Es el tiempo, sin duda. Su paso por nosotros; el viaje de la vida. ¿Vamos o nos lleva? Se balancea; cuidado; ¡qué mareo! Pero no es tan violento después de todo. Un descanso en el rellano, en cubierta. Recobrar el resuello para seguir. Singladura.

Y en el fondo de los espejos
descubren otra vez
el rostro de aquel niño que en secreto practicaba
cómo anudarse la corbata de su padre,

El rescate de la niñez, de su recuerdo, se hace sin ningún dramatismo, con naturalidad y, sobre todo, depositando en ese recuerdo algo importante: la unión y continuidad generacionales. Recuerdos comunes de padres e hijos, que se anudan, como las corbatas.

y el rostro de ese padre,
tibio aún por la espuma misteriosa.
Ahora son ya más padres que hijos, estos hombres.
Algo los inunda, algo

que es como el crepuscular canto
de los grillos; algo inmenso
que llena el bosque al pie de la colina
detrás de sus casas hipotecadas.

Grillos, bosque, colinas… ¡hipotecas!

Cinco estrofas en verso libre que nos hacen temblar, aunque no sé bien de qué.

Una pequeña sorpresa para concluir: he aquí el inicio de una conocida estrofa de Wallace Stevens, de 1918: Si los hombres, a los cuarenta, se ponen a pintar lagos…

No debe extrañarnos. Justice amaba a Stevens y aprendió de él que la poesía oculta tanto o más que revela. Yo le agradezco a Justice que no dé consejos ni recetas de cómo lidiar con el volar del tiempo. Mejor eso que un iracundo Dylan Thomas:

Que arda y urle la vejez al acabar el día;

Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.