Publicado en Málaga Hoy, el jueves 4 de agosto de 2016.
Un recurso retórico común. Bien empleado, puede sorprender.
Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:
TEXTO SENTIDO
Sanz Irles. Escritor
Enumeración
La retórica —uso persuasivo del lenguaje— ya no se estudia, pero sigue viva en libros y media, aunque los más no la vean, pues ignoran su rostro.
En Viaje a Italia, de Goethe, me he topado con ejemplos de una figura retórica común y fácil de reconocer: la enumeración, que consiste en desgranar una a una las partes de un todo. En literatura, claro, tiene un propósito distinto al del camarero que nos recita la lista de postres.
En un pasaje describe las artes y mañas de una jovencita amancebada —cabe suponer— con un viejo caballero inglés, a quien deleita posando sin cesar, con un peplo por toda vestidura, en mil y una insinuantes posturas:
En pie, de rodillas, sentada, acostada, seria, triste, burlona, extravagante, provocativa, contrita, amenazadora, temerosa…
Goethe logra que veamos y casi toquemos la salacidad de la situación entre la damita y el embobado vejancón (a quien después disculpa con el socorrido subterfugio del arte: Hamilton es un hombre de gusto sin fronteras, y, tras haber recorrido todos los reinos de la creación, ha llegado a una hermosa mujer, la obra maestra del gran artista). Ya. La inverecunda damita, por cierto, sería la famosa Lady Hamilton, de profesión dar que hablar y futura amante de Nelson.
La enumeración retórica tiene pedigrí. Así, el mismísimo Eclesiastés, que a la enumeración añade la anáfora:
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar…
Las hay de muchos tipos. Entre las más vistosas están las llamadas enumeraciones caóticas. Borges, siguiendo a Whitman, las bordaba. En La suma concibe pintar:
…en la blanca pared el mundo entero: puertas, balanzas, tártaros, jacintos, ángeles, bibliotecas, laberintos, anclas, Uxmal, el infinito, el cero.
Cenit de la enumeración arbitraria (y desopilante), podría ser esta otra, también de Borges, donde se remeda la absurdidad del cosmos, en el que cualquier clasificación es conjetura:
Los animales se clasifican en a) pertenecientes al emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.
Quiero probarme que se trata, como he dicho, de un recurso muy común. Abro al azar Opiniones de un payaso, que tengo junto a mí, y en poquísimos segundos, esto:
Hombres como mi padre deben tener siempre lo mejor: el mejor cardiólogo del mundo […]; el mejor crítico teatral […]; el mejor sastre, el mejor champán, el mejor hotel, el mejor escritor.
La enumeración es una respuesta al deseo que algunos tenemos de nombrarlo todo. Un vano intento, pero gozoso, de agotar el mundo. Soberbia de escritor que aspira a demiurgo.