Un artículo mío publicado en Jot Down: https://www.jotdown.es/2021/03/el-traductor-en-su-trastienda/https://www.jotdown.es/2021/03/el-traductor-en-su-trastienda/

Un artículo mío publicado en Jot Down: https://www.jotdown.es/2021/03/el-traductor-en-su-trastienda/https://www.jotdown.es/2021/03/el-traductor-en-su-trastienda/

Autor: Vicente Luis Mora
Título: Centroeuropa
Editorial: Galaxia Gutenberg
Páginas: 184

Una de las primeras lecturas de 2021 ha sido Centroeuropa, de Vicente Luis Mora, ganadora del Premio Málaga de novela (un premio en alza) de hace dos años. Es una buena novela que merecería una reseña más articulada, pero el poco tiempo y las muchas prisas me llevan a presentarles, en su lugar, una transcripción casi literal de mis notas de lectura. Es, pues, la crónica de una lectura o, a lo sumo, una reseña en construcción: cimientos y algunas vigas maestras con unos pocos arreglos posteriores, incluyendo la secuencia de su exposición, que no siempre se corresponde con el orden en el que fueron garabateadas. He aquí las notas:
Continuar leyendo…Entonces pensé que, inevitablemente, habrá una última vez que me ate los zapatos. Después de esa vez ya no habrá otra, ora porque muera atropellado por un camión, ora porque me lleve a la cama una enfermedad galopante e incurable, ora porque decida usar sólo mocasines. Lo inquietante, claro, es saber que no sabré cuál será esa vez. Cuando la última atadura se produzca, no seré consciente de que lo es, y por eso no tendrá la solemnidad nostálgica que le correspondería por derecho. No es poca cosa despedirse de un gesto que va con nosotros desde la infancia y que nos ha hecho tantos servicios, modestos pero útiles; gestos que han acompañado nuestra vida, que fueron ágiles y retozones como corzos en la niñez, vigorosos como panteras en la juventud, cuidadosos en la madurez y hoy son fatigosos y van acompañados de un pequeño estertor que nos sale al doblarnos para empezar la maniobra, que ya se nos antoja lastimera y pesada.
Después terminé de atármelos, fuime y no hubo nada.


Un amor, de Sara Mesa, es lo primero que leo de esta interesante e intensa novelista («intensa» en el sentido primigenio y más noble de la palabra, no en la acepción despectiva que va adquiriendo hoy). Superadas unas primeras páginas algo desvaídas en propósito y tensión, que no auguraban grandes cosas, la narración se afina, se agudiza, adquiere un ritmo vivo y vivificador y conduce de un tirón hasta su final, con una eficacia admirable; un ritmo que la escritora lleva dentro —talento innato—, porque una velocidad de crucero tan adecuada a lo que está contando y tan titánicamente mantenida, no se adquiere sólo con aplicación y técnica.
La arquitectura de la novela no nos depara ninguna complejidad y avanza derechita a su meta. Es lineal y sencilla, y en realidad tan solo nos presenta dos puntos de viraje, esos en los que la acción o la evolución del protagonista cambian de rumbo y hacen que la narración avance: la sorprendente (y aceptadamente soez) “entrada” de un hombre en la vida de Nat (una mujer) y su posterior salida. Tras esa salida, caminamos junto a la protagonista como testigos de su agonía y su perplejidad para lograr digerir la pérdida.
Esa linealidad de la trama, su relativa brevedad y la limitada polifonía acercan bastante Un amor al cuento, pero esto no le quita nada de valor. La limitada polifonía se debe a que no hay muchos personajes que tengan un peso importante en la narración, y salvo la propia Nat y tal vez el “entrador” (nada más puedo revelar de él: mis labios están sellados), no están muy ambiciosamente desarrollados.
Hay un cierto grado de decepcionada sorpresa con el final, que consiste (el final) en la aceptación de que todo ha sucedido porque tenía que suceder y de que el acontecimiento del pasado que parece haberlo desencadenado todo, ineluctablemente había de traer a Nat hasta este final y a ningún otro. En realidad, la impresión que (me) produce es la de que la novelista no sabe bien como sacar a Nat del laberinto en el que la ha metido y lo resuelve con una faena que, sin ser desastrosa, es tan solo de aliño.
Continuar leyendo…Si reconocemos al personaje después de tantas páginas, que son años, ¿no es también imaginable que el personaje nos reconozca a nosotros los lectores? ¡Qué halago!
Continuar leyendo...