Archivos para 30 November, 1999

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7 octubre, 2016 — 4 comentarios
Publicado en Málaga Hoy el viernes 7 de octubre de 2016.

Escrutar un poema es un formidable pasatiempo para los ratos de asueto.

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Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto (donde he corregido unas tildes equivocadas sobre un par de «comos». Se me colaron en la revisión ortográfica. Discúlpenme:

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

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El mundo se derrumba y tú escribes poemas.

Este primer verso, inclemente, es también el título de un poemario de Cobos Wilkins y una evocación (“guiño” ya es cliché) de la celebérrima Casablanca, cuando Ilse le dice a Rick: El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos.

Enigmático y fastidioso verso. Ante el hundimiento, el arte. ¿Como única salvación? ¿Como resignado adiós? ¿Como huida cobarde? No sabemos la respuesta, pero podemos sospecharla. Ese —casi insolente— ¿somos nosotros? ¿El poema nos aplaude o nos desprecia? Lo que el verso describe se oye, literalmente, en derrumba, de sobrecogedor estruendo: amenazadora vibración alveolar de la erre, seguida del grupo mb, que zumba y retumba tremendo y tronador. Las consonantes bilabiales se las gastan así. Junten mundo y derrumba, lean en voz alta y oigan la tormenta que se cierne. Zozobra el Titanic, resuenan los violines. Tirurí.

Qué brazos

igual que una pietà,

te sostendrán ahora que caes, te precipitas

como funambulista que pierde el equilibrio

entre la pasión y la armonía.

¿Qué pietà? ¿La Rondanini, que Miguel Ángel esculpió hasta su muerte dejando inconclusas sus lánguidas figuras elongadas, casi como relojes dalinianos? ¿La del Vaticano, de completitud apabullante y que no podemos contemplar sin sentir sobre nosotros el peso muerto del Cristo en el regazo de su madre o sin estremecernos ante la melancolía de la Virgen?

Y entonces va y caemos entre la pasión y la armonía, Dionisos y Apolo. El poeta nos habla desde un tiempo aoristo.

Qué abrazo

igual que al hijo pródigo,

ahora que ya todo es pasado, estela

de cometa, y ni te reconoces.

Y ni te perteneces.

 

Este no es el comienzo de una hermosa amistad.

No hay piedad, no hay perdón, no hay abrazo.

El mundo se derrumba y tú escribes poemas.

Hay un grito. ¿Rebeldía o resignación? Es una ira que conoce su impotencia. La impotencia verdadera contiene la imposibilidad de la salida: su rasgo más terrible.

Catorce versos entre los que predominan los de catorce sílabas. El verso alejandrino, viejo emperador de la poesía, armazón de nuestra medieval cuaderna vía, que canturreábamos en la escuela los rucos del lugar (me parece estar oyendo a mi viejo profesor: “¡El tetrástico monorrimo es una estrofa, no un timo!):

Fablar curso rimado por la cuaderna vía

a síllabas cuntadas, ca es grant maestría.

El tiempo enhebra este poema: ahora que caes // ahora […] todo es pasado. Todas las referencias al tiempo apuntalan la idea central, que es la de un final, un gran desplome, un acabose tras un instante fugaz, estela de cometa.

Al final salimos del mundo antiguo —esculturas renacentistas, parábolas bíblicas— y regresamos a la modernidad de Casablanca para ver morir otra esperanza: Este no es el comienzo de una hermosa amistad. Otra puñalada al optimismo, ¡maldita sea!

Catorce euros por este libro de cuarenta y seis poemas. Salen a treinta céntimos. Con la lectura del primero me he entretenido casi tres horas y otra más para escribir este artículo: cuatro horas envidiables por 0,30€. Buena inversión. Ni George Soros.

A los cuarenta

24 septiembre, 2016 — Deja un comentario
Publicado en Málaga Hoy el viernes 23 de septiembre de 2016.

Donald Justice es uno de mis poetas favoritos. Ojalá vean por qué.

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Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto:

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles

A LOS CUARENTA

Hace unas noches, tras cumplir gayamente con el ínclito débito, leí poemas de Donald Justice (Florida 1925 – Iowa 2004). Su sencillez y su contenido lirismo me asombran cada vez, y me conmueven.

Men at forty
Learn to close softly
The doors to rooms they will not be
Coming back to.

At rest on a stair landing,
They feel it
Moving beneath them now like the deck of a ship,
Though the swell is gentle.

And deep in mirrors
They rediscover
The face of the boy as he practices trying
His father’s tie there in secret

And the face of that father,
Still warm with the mystery of lather.
They are more fathers than sons themselves now.
Something is filling them, something

That is like the twilight sound
Of the crickets, immense,
Filling the woods at the foot of the slope
Behind their mortgaged houses.

1967

Comparto mi traducción del maravilloso Los hombres, a los cuarenta.

Los hombres, a los cuarenta,
aprenden a cerrar con sigilo
las puertas de los cuartos
a los que ya no volverán.

Justice, como DanteNel mezzo del cammin di nostra vita—, sabe que ha llegado al parteaguas de la vida, al día a partir del cual los horizontes de popa son más anchos ya que los de proa. Recordamos también el cuarto verso de Límites, de Borges: …hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo. 

De pie en el rellano de la escalera,
lo notan ahora
moverse bajo sus pies, como a bordo de un barco,
aunque es suave el balanceo.

¿Qué es ese lo? Es el tiempo, sin duda. Su paso por nosotros; el viaje de la vida. ¿Vamos o nos lleva? Se balancea; cuidado; ¡qué mareo! Pero no es tan violento después de todo. Un descanso en el rellano, en cubierta. Recobrar el resuello para seguir. Singladura.

Y en el fondo de los espejos
descubren otra vez
el rostro de aquel niño que en secreto practicaba
cómo anudarse la corbata de su padre,

El rescate de la niñez, de su recuerdo, se hace sin ningún dramatismo, con naturalidad y, sobre todo, depositando en ese recuerdo algo importante: la unión y continuidad generacionales. Recuerdos comunes de padres e hijos, que se anudan, como las corbatas.

y el rostro de ese padre,
tibio aún por la espuma misteriosa.
Ahora son ya más padres que hijos, estos hombres.
Algo los inunda, algo

que es como el crepuscular canto
de los grillos; algo inmenso
que llena el bosque al pie de la colina
detrás de sus casas hipotecadas.

Grillos, bosque, colinas… ¡hipotecas!

Cinco estrofas en verso libre que nos hacen temblar, aunque no sé bien de qué.

Una pequeña sorpresa para concluir: he aquí el inicio de una conocida estrofa de Wallace Stevens, de 1918: Si los hombres, a los cuarenta, se ponen a pintar lagos…

No debe extrañarnos. Justice amaba a Stevens y aprendió de él que la poesía oculta tanto o más que revela. Yo le agradezco a Justice que no dé consejos ni recetas de cómo lidiar con el volar del tiempo. Mejor eso que un iracundo Dylan Thomas:

Que arda y urle la vejez al acabar el día;

Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

 

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30 julio, 2016 — 6 comentarios
Publicado en Málaga Hoy, el viernes 29 de julio de 2016.

El haiku, la captura poética del instante, lleva tiempo de moda entre nosotros. Una notable excepción en un mundo en el que la poesía está proscrita.

Hablemos de él.

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Para quien pueda tener dificultad de lectura con la foto del artículo, aquí va el texto: 

TEXTO SENTIDO

Sanz Irles. Escritor

@SanzIrles 

575

Cinco siete cinco: fórmula del haiku. Tres versos de 5, 7 y 5 moras (parecidas a sílabas). En nuestra métrica, una especie de tercetillo sin rima.

Si el número de quienes leen libros es exiguo, el de quienes leen poesía se expresa con un guarismo negativo. Sin embargo, el haiku está de moda, aunque me temo que a la manera del sushi. El haiku es una instantánea, un fulgor. Atrapa un relámpago de vida. Su paradoja: dar impresión de fugacidad, de captar un embrujo porque el poeta pasaba por allí, cuando en realidad es una laboriosa destilación. Su otra paradoja: portentosa libertad de imaginería dentro de normas estrictas.

Gran palabrero, Barthes llamó al haiku Supremo bien de la escritura. Su atractivo no es solo intelectual y poético; también es visual. Su brevedad permite una disposición oreada en la página. Espacio libre alrededor; aire para que respire. Sólo mirarlo recompensa y desahoga. Su tenuidad nos limpia.

La brevedad no es frecuente en nuestra lírica, pero existe, como en este poema de un solo verso del sonoro Domenchina: Laurel del esfuerzo: la muerte, o el tercetillo donde a Miguel d’Ors le sale un casi-haiku de inesperada belleza:

Anónimos y en prosa

se consumen mis años.

Qué pequeña mi vida.

Son muchas las técnicas del haiku. Comparación: Siesta de primavera. / Río abajo / cerezos en brote (los brotes son flores por despertar). Contraste: Se desenvaina / la espada Tomokiri / y canta un cuco. Asociación: Va hacia el sol / y se lleva el caballo / la sombra del monte. El wabi (pobreza y sencillez): Gorrioncillo, / quita, quita de ahí, / que pasa don  caballo. Hay muchas más.

El lector de haiku advierte pronto la presencia de una palabra que indica la estación del año a que se alude. Son los kigo o palabras estacionales, de las que hay prolijas listas para uso del poeta. Lo que el lector occidental no advierte es otro elemento clave del haiku, el kiru o palabra corte, que crea una pausa en el avance hacia su comprensión; el nipófono la percibe. Casi nunca hay kiru en las traducciones, pero sí kigo:

Viento invernal.

Los ojos de los gatos

parpadean.

Gatos a la intemperie que nos hacen sentir la plenitud del invierno. Callemos ahora ante las cigarras del estío:

Tanta quietud.

El canto de las cigarras

Perfora la piedra.

En el clásico haiku de Bashô, el kiru es la palabra ya, a veces pobremente indicada con una raya en las traducciones:

Furuike ya/ El viejo estanque—

Kawazu tobikomu/ Se zambulle una rana

Mizu no oto/ El sonido del agua

Preciosa anécdota la del maestro de haiku que, leyendo un ejercicio donde se hablaba de un bosque bañado por la luna, dijo: Está bien, ¿pero por qué un bosque? ¿No basta con un árbol?

Si el haiku captura un instante luminoso, su deleite nos exige un acto de inocencia. Entonces sí, el haiku resplandece y nos hace mejores.

El oso del azafrán

25 julio, 2014 — 3 comentarios

Un poema de Denise Levertov que, con sencillez asombrosa y envidiable, despliega ante nuestro entendimiento algunos de los milagros del milagroso hecho de leer:

 

polar bear

 

To the Reader

As you read, a white bear leisurely

pees, dyeing the snow

saffron,

and as you read, many gods

 lie among lianas: eyes of obsidian

are watching the generations of leaves,

and as you read

 the sea is turning its dark pages,

 turning

its dark pages.

(from: The Jacob’s Ladder, 1961)

 

ocean dark

Y la traducción que de él hace Carlos Manzano:

 

 

Al lector

Mientras lees, un oso blanco despacio

mea y tiñe la nieve

de azafrán:

mientras lees, muchos dioses

reposan entre lianas: ojos de obsidiana

contemplan las generaciones de hojas,

y, mientras lees,

el mar pasa sus obscuras páginas,

pasa

sus obscuras páginas.

levertov reads

Denise Levertov

Un ave carmelita

27 abril, 2014 — Deja un comentario

Levertov Sands

El traductor Carlos Manzano me santifica el día con un poema que no puedo no compartir aquí. De Denise Levertov, esta maravilla:

 

Concordance

Brown bird, irresolute as a dry

leaf, swerved in flight

just as my thought

changed course, as if I heard

a new motif enter a music I’d not

till then attended to.

(Denise Levertov, Sands of the Well. 1996)

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